He llegado a Gibraltar, localidad de la provincia de Cádiz, pegadita a La Línea de la Concepción y solo separada por un área de servicio, que antaño cuentan que fue frontera donde venden bocadillos y cerveza.
Atravieso un aeropuerto repleto de aviones de Iberia que hace las veces de pista de entrada a la ciudad donde habitó el dios Hércules.
Llego a la Plaza de Casemates cruzando la Puerta del Agua (que es algo así como Puerta Tierra en Cádiz pero con menos chispa) y me siento en un velador a comer una tapita de chocos fritos con una copa de manzanilla mientras hago tiempo y cargo fuerzas para dar un paseo por la Calle Main y hacer unas compritas, tabacos, licores, etc...
En mitad de la Calle Main, entre tabernas flamencas, bares de tapas y alguna que otra peña cultural veo una estatua de Carlos III, el pretendiente monarca que tras la Guerra de Sucesión mantuvo Gibraltar como territorio español sin “venderlo” a los británicos pasándose el Tratado de Utrecht por debajo de la casaca.
Atravieso un aeropuerto repleto de aviones de Iberia que hace las veces de pista de entrada a la ciudad donde habitó el dios Hércules.
Llego a la Plaza de Casemates cruzando la Puerta del Agua (que es algo así como Puerta Tierra en Cádiz pero con menos chispa) y me siento en un velador a comer una tapita de chocos fritos con una copa de manzanilla mientras hago tiempo y cargo fuerzas para dar un paseo por la Calle Main y hacer unas compritas, tabacos, licores, etc...
En mitad de la Calle Main, entre tabernas flamencas, bares de tapas y alguna que otra peña cultural veo una estatua de Carlos III, el pretendiente monarca que tras la Guerra de Sucesión mantuvo Gibraltar como territorio español sin “venderlo” a los británicos pasándose el Tratado de Utrecht por debajo de la casaca.
Y ahí, frente la estatua, la "maravillosa" Catedral Gibraltareña, desde donde cada Semana Santa hace estación de penitencia la Virgen del Peñón acompañada por los sones la banda de música de Julián Cerdán de la paisana localidad de Sanlucar de Barrameda; que bonita es la Semana Santa de Gibraltar.
Terminadas las compras y acompañado de Alberto, un amable taxista que me sirve de guía me dispongo a subir al Peñón, vigía del Estrecho, lazo de unión entre Mediterráneo y Atlántico y allí disfruto de forma “gratuita” de una visita de lo que fue antiguamente la fortaleza rocosa que nos defendió de los hostiles ataques de franceses, ingleses y otros piratas en aquellos difíciles siglos XVII y XVIII.
Subiendo, camino de las Cuevas de San Miguel, nos topamos con unos simpáticos monos que al compás de palmas te bailan bulerías mejor que Sara Baras, también gaditana como Gibraltar, más concretamente de La Isla, San Fernando. Lo único malo que tienen los macacos es que son feos pá reventar y que como te descuides te quitan la cartera y en eso si que parecen ingleses los hijos de la “Gran Bretaña”.
Allí, arriba, en uno de los miradores a las puertas de los Túneles del Asedio, contemplo la Bahía de Algeciras, los “chiringuitos playeros” de Catalan Bay preparando ya las brasitas para el pescaito a la plancha, desde lo alto del Peñón observo lo cerquita que parecen estar Europa y África, la cantidad de tráfico marítimo a la espera de atracar en puerto y también parece que están jugando en el campo de fútbol el derby local entre el Real Club Deportivo Gibraltar y la Real Balompédica Linense.
Gibraltar me ha parecido “fantástica” y muchas veces pienso que hubiese sido de esta maravillosa tierra si la corona británica se hubiese apoderado de ella, igual hubiese estado durante años separada de España por una verja que fracturaba familias a un lado y otro de la frontera, a lo mejor sería un paraíso fiscal lleno de bancos para mafiosos del negocio inmobiliario, sus calles y plazas estarían repletas de pubs ingleses con cerveza caliente, gente rancia que pasea con sandalias y calcetines blancos, bases navales donde submarinos nucleares ponen en peligro la vida y la salud de sus habitantes, creo que su aeropuerto sería solo para aviones “low cost” que minan de maleducados jubilados tiesos ingleses la costa andaluza o quizá habrían convertido el Peñón de Gibraltar en un negocio turista en el que hay que pagar decenas de libras para ver diez monos “tocapelotas”, cuatro cuevas y tres cañones sin ningún atractivo más que el de demostrar que ellos, los ingleses, dominan el paso de estrecho.
Que quede claro, señores:
¡ Gibraltar, Español ¡ y más concretamente de la provincia de Cai.
Water Gate, entrada a la zona amurallada
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