.

7 de abril de 2011

Viviendo

En agradecimiento a todas aquellas personas, buenas y malas, que se han cruzado en mi vida en algún momento para dar forma a este ser humano y especialmente a aquellos que en estos últimos catorce meses me hablaban de futuro y no de pasado confiando en qué el tiempo sería mi mejor aliado.



Nadie es propiedad de nadie.

En el momento en que los seres humanos entendamos que no tenemos el poder de decisión sobre el otro, posiblemente este mundo sea mucho mejor, mucho más extraordinario y equilibrado.

Hace ya meses, más de un año llevo curando heridas, cerrando círculos como escribía Paulo Coelho y quizá hoy, como si nada, haya pasado por delante de mí uno de los días más importantes de mi vida.

Uno de esos días en los que tu vida cambia de manera legal, de manera burocrática, tu condición ciudadana se altera. En los que te preguntas a partir de ahora en la casilla de estado civil de cualquier formulario que debes poner, soltero, separado, divorciado o simplemente dejarla en blanco.

Yo la dejaré en blanco, al menos, de momento.

Mi otra vida, la que no entiende de estados civiles, la que disfruto plenamente desde hace meses, esa sigue igual, sin variaciones esperándome cada mañana para que la envuelva en mi manto de buen vivir, de buen hacer y de buen sentir.

Hoy ha vuelto a amanecer como lo hacía cada mañana en mi Camino de Santiago, hoy ha vuelto a atardecer como cada tarde en los Baños del Carmen y ha vuelto a anochecer como bajo aquella luna marroquí a los pies de Chefchaouen.

Los que no me ven desde hace meses dicen que cambié mucho, ahora soy morfológicamente diferente (así me definió un amigo), mi aspecto es descuidado pero atractivo, mi estilo es “urban”, pero aquellos que no solo me ven sino que me conocen de verdad dicen que simplemente he tenido un lavado de cara, un cambio de imagen provocado por una nueva manera de ver la vida y de vivirla pero que por dentro sigo siendo el mismo, sigo siendo aquel crío humilde de barrio que aspiraba a ser futbolista y se quedó en poco más que en inquilino del mundo, sigo emocionándome con una marcha de Semana Santa, sigo derramando lagrimas cuando veo una película que me llega al alma.

Porqué yo lloré cuando Leonardo di Caprio se hundía en las heladas aguas del Atlántico norte mientras Kate Winslet con el corazón roto lloraba su perdida en Titanic.

Lo confieso.

Para mi lo importante es ser feliz y compartir ese momento de felicidad con los demás, con los que me rodeen en cada instante de esta desgarradora pero apasionante vida que me ha tocado vivir.

Sigo sin tener miedo al ridículo y sigo sobre todo mirando a la cara y de frente a toda persona con la que mi vida se cruza. No giro la cabeza ante nadie, aunque a veces sea difícil mantener la mirada.

No huyo, a veces simplemente desaparezco. Busco mi lugar, mi ubicación y vuelvo a estar, a aparecer.

Sólo intento sentir cada día como el último que le queda por vivir respetando y amando a todo lo que le rodea aunque a veces esta cabeza loca, este aventurero planetario no sepa marcar el norte en su maldita brújula desmagnetizada.

Yo creía que este día, el momento en que llegara el día de hoy lo viviría como algo traumático, o incluso pensé en que lo podría hasta celebrar, pero no. Este día lo he vivido como uno más, dando la importancia que se merece que no es más que la que un simple papel establece.

Ahora estoy por encima de todo eso, me es indiferente, mi vida es otra, mis escasas preocupaciones no van mucho más allá de levantarme cada mañana, observar por la ventana de mi habitación que ha vuelto a salir el sol y dar gracias a la vida por concederme otras horitas más para poder trabajarla y desgarrarla minuto a minuto, como ella se merece, porque como en otras ocasiones he comentado, “desconocemos si existe otra vida, así que tenemos que disfrutar de esta que tenemos plenamente.”

Bueno aquí sigo, cerrando círculos, curando heridas, reparando mi alma, haciendo amigos, tambaleando cimientos…

Aquí sigo bailando contigo Vida, bebiendo contigo Vida, hablando contigo Vida, comiendo contigo Vida, sin querer hacer daño a nadie, en definitiva, aquí sigo…

Viviendo.