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19 de febrero de 2015

Decidir

Acabas de perder tu empleo, no sabes ni cómo ni porqué, se han producido unos acontecimientos a los que no das crédito pero algo por lo que día a dia llevas luchando durante tanto tiempo se te esfuma de las manos.

Estás frente a una pantalla de ordenador, has redactado un email y sientes que todo está perdido pero tu interior, tu dignidad y tu verdad te dicen que des el paso, que te tires a la piscina y que no pierdes nada por pulsar el botón de “enviar”.

Pulsado, enviado y decidido. No sabes si has salvado tu empleo, tu puesto de trabajo por el que tanto has apostado pero has dado el paso, has tomado una decisión y es la correcta.

Desde que tenemos uso de razón estamos tomando decisiones en nuestra vida. Decidimos romper a llorar para poder comer en nuestros primeros meses, decidimos luchar contra el equilibrio en nuestros primeros pasos y decidimos que nuestra inocencia muestre la esencia de nosotros, como seres humanos, para con los que nos rodean.

En la vida mientras más decisiones tomemos más crecemos como personas, la vida sin toma de decisiones es demasiada aburrida y con exceso de las mismas puede ser demasiado arriesgada y localizada frecuentemente al borde del abismo y del riesgo extremo permanentemente.

Si cada día que pasas no tienes que tomar distintas decisiones, no cambio tu vida por la mía llena de ellas en cada momento.

En mi vida, como en la tuya, ha llegado el momento de tomar decisiones relevantes, de esas que pueden cambiar el curso de tu día a día para siempre. Ha llegado nuestro primer día del resto de nuestra vida, ha llegado el momento del cambio, de correr riesgos, de sentir como la adrenalina se queda a vivir en tu cuerpo por una temporada, se instala en tu riego sanguíneo, en el latido de tu corazón, en el erizado de tu piel y en el rubor de tus mejillas.

Llegó el momento de decidir para que tu escenario de futuro inmediato cambie, que aquello que sueñas se cumpla y la toma de decisiones cobre sus frutos. Llegó el día en que no tenemos miedo al cambio, en que nuestra alma soñadora y aventurera debe prevalecer sobre nuestro cerebro conservador.

Levántate del sofá, cambia de hábitos, busca tu felicidad, tus momentos de plenitud. Deja atrás aquello que no encaja en tu orden establecido y di no. Pronúnciate en negativo para que la actitud cambie a positivo.

Ya vale de miedos y de temores, ya vale de otorgar oídos al pesimista, al que su impotencia mental y emocional solo le permite poner trabas a aquellos que decimos sí puedo y si quiero. Ya basta de dar cabida en nuestras vidas a las voces discordantes, perturbadoras y pesimistas que su fracaso vital por carencia de toma de decisiones importantes en sus inapetentes y sosas vidas hacen o intentan que las nuestras sigan su miserable camino.

Yo decidí hace años cambiar, decidí dejar atrás toda una vida. Amigos, familia, aficiones, costumbres y hábitos para buscar un futuro distinto y comprender que el primer paso, la primera piedra para que todo cambie hacia bien es la decisión en si misma.

Pero ojo. Dejar atrás no es olvidar, dejar atrás es posicionar en el lugar que corresponde a las personas y sus circunstancias. Dejar atrás no es perder ni abandonar, dejar atrás es saber que ahí están para siempre. Personas, amigos, familia, recuerdos... se dejan atrás pero ni abandonan ni se olvidan por que en cualquier momento necesitas buscar en los rincones olvidados de tu alma y allí se encuentra aquello que dejaste atrás esperándote con los brazos abiertos porque siguen siendo tus amigos, tu familia y tu casa. Y si vuelves la vista atrás en algún momento y no están es que nunca fueron parte de tu vida, simplemente testimonio de lo absurdo e innecesario.

Ha llegado el momento de mirarse al espejo y ver quien hay dentro del reflejo, ha llego el momento de decidir que hacer con nuestras vidas, que hacer con nuestro trabajo, con nuestro futuro, con nuestro negocio, con nuestra pareja, con nuestra familia, con nuestro dinero y lo más importante, ha llegado el momento de decidir por nosotros, de manera y forma egoísta, sin contemplar los daños colaterales y futuros, decidir que un paso atrás no es una retirada, es coger impulso para la carrera.

Decidir que ya es hora de decidir.

Que las decisiones sopesadas, infinitamente meditadas, eternamente dudadas y externamente consultadas a veces lo único en lo que se convierten es en indecisiones y falta de coraje y arrojo que no nos llevan a ningún lugar. Que aquellas decisiones de un paso al frente, de escuchar a tu interior y tu corazón, a la larga, son más provechosas y determinantes en tu vida porque lo que creemos como conciencia, a mi parecer, vive mucho más cerca de nuestro iluso corazón que de nuestra inteligente masa cerebral.

Y si te equivocas en la decisión pues no pasa nada. Tomar la decisión incorrecta o inadecuada no es cometer un error, el error es cruzarse de brazos y dejar pasar el tren sin saber que ocurrirá si te subes a él y acometes la aventura, asumes el riesgo y te estrellas si es necesario.

En mi caso, la vida, mi vida está llena de decisiones importantísimas y he aprendido tanto de aquellas en las que fracasé como de aquellas en las que a día de hoy sigo disfrutando y embarcado en este crucero que es la vida.

Mientras tengamos cosas que decir, decisiones que tomar estaremos y nos sentiremos vivos.

Cambiar de trabajo, de profesión, correr tu primer maratón, montar un negocio, tener hijos, casarse, separarse, dar el primer beso, regalar un te quiero, vivir una aventura, tomar la última copa y marcharse o la penúltima y quedarse, subir al tren y bajar en la estación que no esperabas y decidir, decidir y decidir...

Enhorabuena por decidir si lo has hecho alguna vez y felicidades si lo has hecho recientemente por que decidir nos hace libres, por que el primer paso para llegar donde deseas es decidir no quedarte donde estás.

Ya es hora de seguir soñando, de ir contracorriente y luchar por aquello que creemos que es lo mejor para nuestras vidas y que curioso, para todo ello es necesario tomar una decisión importante.

Decide.