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29 de junio de 2010

Atardecer en Monsaraz

Atardecer visto desde Monsaraz

Primeras horas de la tarde, he terminado de almorzar en Olivenza (Badajoz) y me hago la típica pregunta que tantas veces uno se hace cuando tras una buena mesa tiene que decidir entre subir a su hotel a descansar o seguir descubriendo mundo.

Decido pensar en voz alta y alguien del grupo de amigos que hemos compartido yantar dice:

- ¿Que tal si vamos a Monsaraz?
- ¿Monsaraz? bueno vale, pero espero que merezca la pena la visita porque la verdad que lo que se me apetece es una buena siesta.
- Conociéndote seguro que te encantará, dice mi amiga.

Salimos de tierras oliventinas buscando el margen del Guadiana, lo atravesamos cual frontera fluvial con el Alentejo portugués y a poco menos de setenta kilómetros allí, sobre un promontorio se eleva esa joya lusa rodeada de su muralla en la que se atizba un preciado tesoro en su interior.

Desde los pies de la muralla me dispongo a subir, paso lento, no salgo de mi asombro, la curiosidad por conocer el interior del recinto medieval amurallado me puede.

Atravieso el arco de la Porta da Vila y entro en otro mundo, en una ciudad anclada en el pasado, ahora me satisface haber llegado aquí y no haberme quedado en mi hotel.

Recorro la villa a través de sus cruces de calles empedradas, observo a sus habitantes y ellos me devuelven la mirada complice de quien sabe que habita en un lugar maravilloso, misterioso.

Veo a una pareja de ancianos ayudados por su bastón caminando...

Y entre casa y casa encalada, entre balcón y balcón florido, entre tantas iglesias para tan poca feligresía, al fondo la Torre del Homenaje, cual sacada de una diminuta Alhambra y desde la que se aprecia como el patio de armas que la levanta es un coso taurino petreo y de una belleza singular.

Plazas de toros hay muchas y singulares, muchas me han impresionado por salir de su canón taurino: Ronda, Nimes, Villaluenga del Rosario, etc… pero debo reconocer que alquella arena me dejó fascinado y boquiabierto.

Empieza a caer la tarde y vuelvo a cruzar el empedrado de vuelta, y poco antes de llegar a la Plaza Vieja de nuevo observo a aquella pareja de abuelos que una hora atrás dejé paseando.

Cincuenta años


Ahora descansan en un banco de piedra que sale de la blanca pared, me acerco a ellos y en mi dialecto extremeño-portugués los saludo, y le pregunto al señor:

- ¿Qué tal?, ¿tudo bem?.
- Bem amigo.
- ¿E la senhora?.
- Bem tambien.
- ¿Muitos anhos juntos?.
- Quase cincuenta. (Casi cincuenta)
- E o segredo... (Y el secreto..)
- Olhar juntos a cada entardecer em Monsaraz. (Contemplar juntos cada atardecer en Monsaraz.)

Sobraban mas palabras, solo sentí las necesidad de contemplar lo que mi amigo el anciano me dijo.

Crucé la fortaleza de este a oeste y me senté en una maravillosa terraza desde la que se observaba la magnifica vista de aquella tierra alentejana y esperé con una copa en mi mesa y mi camara de fotos preparada a que el sol se pusiera dejando paso al eterno secreto que alimenta la longevidad del amor de aquella pareja de abuelos.

Y vi, disfruté y capté la puesta de sol de Monsaraz e intenté impregnar mi corazón de aquella fuerza cincuentenaria, secreto de aquella pareja.

Desde aquella atalaya medieval quedé impresionado del atardecer más maravilloso que haya visto jamás.

Y no dudé que observar cada tarde aquel espectaculo de la naturaleza acompañado de un ser querido servía para alimentar hasta el siguiente día tus sentimientos hacia la otra persona y hacia la tierra que te vio nacer, crecer y envejecer.

Yo al día siguiente no vi atardecer en Monsaraz, ni al otro, ni al otro...


Fotos de Monsaraz

Empedrado

Vista desde la Fortaleza

Coso taurino


Fachadas

Porta da Vila

Tierra alentejana
Torre del Homenaje

Cuesta

Campanario y fortaleza




24 de junio de 2010

Mi primer día... de viaje




De nuevo amanece, una noche larga, llena de inquietudes y rebosante de dudas.

Horas atrás todo fantástico, con gente increíble de vuelta por el Algarve donde mi vida se abre paso cada vez que voy y donde se establece la norma de que hacer un viaje y que no ocurra nada es sumamente triste.

Siempre deben de pasar cosas en un viaje, si no, no has viajado solo has transportado tu rutinaria vida a otro destino y viajar es todo lo contrario.

Hoy no necesito despertador para poner mis pies en el frío suelo de mi habitación, hoy no ha sido necesario, hoy no he pegado ojo pero me dirijo como siempre al baño y me miro en el espejo.

Sonrío, doy gracias por despertar de nuevo y tener la oportunidad de seguir, de vivir, de viajar.

¿Me afeito?

No, esperaré unos días, ahora se lleva eso de la barbita descuidada.

Tras una ducha rápida y algo de ropa bajo a la calle. Está nublado, no importa, hoy es el primer día de este nuevo verano que tanto me ilusiona.

Subo a mi coche, arranco y pulso play, escucho a Bueno de Los Aslandticos con una guitarra de fondo entonar los primeros acordes de mi himno, de mi bandera:

“Hoy será mi primer día y mañana también y el resto de mi vida”

Empieza oficialmente mi nuevo día y me dispongo a poner rumbo a mi guarida profesional, tan llena de recuerdos, de motivos viajeros, como no puede ser de otra manera lógicamente con la intención de volver a revivir los momentos más recientes.

¿Porqué escribo así en un blog de viajes? pues primero porque como es mío hago lo que me parece (perdón por el tono) y segundo porque yo entiendo la vida como un largo viaje al que hay que entregarse en cuerpo y alma con la intención de buscar la felicidad, esa felicidad que muchos se empeñan en encontrar pero que acaba escabulléndose como olas de mar que cuando se acercan a ti querrías detenerlas pero que al tocar tu cuerpo te bordean solo dejando su espuma pegada a ti para que después la brisa la diluya.

La vida es un viaje por etapas en el que las primeras de ellas tú no eres su dueño, los propietarios de tu destino son los que te educan, los que transmiten todos los valores que llevaras el resto de tu vida como iconos y es un momento en el que eres esponja que todo lo absorbe.

Ahí en tus primeros años de viaje recibes como a fuego en la piel muchos consejos y pautas para tu aventura más difícil, aquella en el que el rumbo no lo marca nadie, el norte lo debes de marcar tú, tu eres la brújula.

La vida en un hotel de cinco estrellas o la vida en una pensión de mala muerte, cada uno debemos ubicarnos en nuestro alojamiento favorito y muchas veces, no siempre, el lujo prevalece sobre lo elemental o lo básico.



Pisadas en Praia Sul



Daba un paseo hace un par de años por la orilla de Praia Sul, caminando desde un lujoso resort de la costa brasileña hacia el pequeño pueblo pesquero de Praia do Forte y observé algo maravilloso…

Decenas de tortugas rodeadas de cientos de cangrejos blancos, desovaban a los mismos pies de una humilde posada costera donde sus huéspedes tan alucinados como yo admirábamos aquel milagro de la naturaleza y pensé que en mi hotel de lujo, donde de nada me faltaba, allí no iban las tortugas a desovar, allí no iban a depositar su tesoro.

Iban al hotel humilde, al hotel precario, iban a la posada.

Allí es donde realmente estaba el Todo Incluido, allí se respiraba un ambiente mágico, en aquel rincón se respiraba el aroma realmente Baiano, el verdadero Brasil el que yo iba buscando.

En mi resort, solo cócteles, clases de baile, grandes bufetes, inmensas piscinas, jacuzzis y pulseritas en la muñeca diferenciando al rico del pobre, al cliente del currante.

En la posada baiana no había pulseras TI, no había piscinas, las piscinas estaban en el mar, eran “naturais”, como decían los lugareños: esto es Papa Gente.



Papa Gente



Mi viaje ahora habita en una pensión de mala muerte, atrás quedaron los hoteles de lujo e inicio una nueva etapa asomado en la orilla esperando que aparezcan las tortugas para desovar.

En el viaje de vivir hay que tomárselo todo como si hoy fuera el primer día, no sabes que te puede deparar el destino, no sabes si antes de irte a la cama tu vida puede cambiar, dar un giro radical y ver las cosas desde otro prisma distinto al que lo veías al despertar.

La vida es un viaje en el que debemos de poner toda la carne en el asador para que cada día sea mejor que el anterior, hacer el esfuerzo de esbozar una sonrisa aun cuando no te quedan fuerzas ni para separar los labios, sentir la vida como algo tuyo porque es nuestra, no es de nadie, no corresponde a nadie, nuestro vida es un viaje solo de ida, la vuelta se encargaran de contarla aquellos que dejemos en el camino el día que ya no estemos, ese será nuestro legado.

Mientras tanto, intento que no se nuble mi vista, intento llenar mi vida de nuevos sabores, lleno mi “tetera” de todo aquello que me suma y la vació de lo que me resta.

Cuantos viajes y recuerdos en ese recipiente de aluminio, cuantas risas, cuantos buenos momentos rodeado de amigos, cuantas noches de San Juan como la de hoy bajo la luna disfrutando de historias.

Agarro mi tetera y emprendo el corto viaje que hay desde la arena de la playa a la orilla de una mar en calma, son las doce de la noche, me descalzo, entro en el agua, miro a la luna y le pido un deseo…

Hoy es la noche más corta del año, también la más hermosa, ¿Por qué no?.

Mañana vuelve a ser “mi primer día, y pasado también y el resto de mi vida”.



El amigo de la tortuga


Postdatas:

Prefiero derramar mil sonrisas sobre el ron mi tetera que una sola “lágrima sobre el café”, siempre reír antes que llorar, aunque llorar no siempre es malo.

A Los Aslandticos, gracias por aparecer y formar parte de la banda sonora de mi vida.

9 de junio de 2010

El viaje de una carta...

A alguien que no pudo leer sus cartas…


Ahora en estos tiempos en los que las nuevas tecnologías se imponen a lo tradicional, en los que diariamente mediante redes sociales, Messenger, sms o e-mail podemos transmitir lo que hacemos, sentimos y vivimos en tiempo real, echo la vista atrás y me acuerdo de otros tiempos, de otras épocas.

Otros tiempos en los que las maneras que teníamos de comunicarnos entre amigos en la distancia eran bien sencillas.

Una mediante conferencia telefónica, totalmente prohibida por nuestros padres debido al precio de las mismas y la otra, una carta, era para mi la más auténtica, la más genuina, la que en pocos renglones podía plasmar todo lo que un amigo sentía por ti, o lo que un amor de verano dejo fluir durante semanas por cualquier rincón de nuestra tierra.

Estas cartas realizaban viajes de varios días, tenían un extraño poder de curiosidad que te hacían mirar el buzón de tu casa cada hora esperando al cartero, esperando ese mensaje, esa postal, ese sobre con aquella foto que un ser querido te envía y que colgabas en tu habitación con una chincheta y besabas cada noche antes de irte a la cama.

Esas cartas hacían más llevaderas las distancias si por algún motivo te veías obligado a abandonar tu tierra, tu lugar de origen.

Recibir aquella correspondencia te hacía sentir que no te habías ido del todo, te hacía volver a tus raíces y recordar todo lo bueno, los maravillosos recuerdos y también, a veces, todo lo malo.

Era un viaje de ida y vuelta que contenía secretos, confidencias, palabras de amor y nostalgia sobre todo... mucha nostalgia.

Pero, ¿qué hacemos o que hicimos con aquellas cartas?, ¿dónde las guardamos?.

Si no lo sabéis preguntad a vuestra madre que sí siguen existiendo seguro que ellas saben donde.

Algunos seguimos teniéndolas en nuestro poder, o quedaron en aquel cajón de casa de nuestros padres pero están localizadas, a lo mejor sencillamente aparecen sin esperarlo un día de los que hacemos limpieza para tirar todo lo inncesario. Pues os invito a que volváis a leerlas, os reiréis y lloraréis o quizás no tengáis el valor suficiente para hacerlo, pero intentadlo seguro que os ayuda.

Puede ocurrir que el contenido de esa misiva no queramos o no podamos volver a leerlo, y decidimos deshacernos de ellas, tarea muy difícil esa de tirar una carta pero si no somos capaces pedimos el favor a nuestra madre y ella lo hace por nosotros porque sabe que es lo mejor.

Hay veces que cualquier tiempo pasado no fue mejor, esos tiempos en los que amar era pureza nunca volverán, seguro que llegaran tiempos mejores en los que quizá ahora sintamos de otra manera, amemos con mayor experiencia y cautela, pero no dejemos de amar nunca, es el camino más corto hacia la felicidad.



Sé de una carta que salió de tierras gallegas hace años hacia un pueblo extremeño y volvió una y otra vez en un viaje complicado, esa carta desapareció, no se supo más de ella pero seguro que hizo a su destinatario mejor persona, forjó a alguien que sabe elegir en cada momento lo mejor, lo auténtico, lo verdaderamente importante de cada ser humano que es su interior, sabiendo muy bien el lugar que ocupa y que sobrevive en una sociedad hipócrita y demagógica con una sonrisa siempre en su cara pero con una mirada que guarda algunos secretos e historias difíciles de olvidar.

Yo tengo, creo, una buena costumbre en mis viajes y es que suelo mandar postales o cartas a mis amigos desde mi destino con una fotografía del lugar donde me encuentre. A veces la postal llega después que yo pero siempre recibo el premio a mi gesto y la respuesta deseada, la mejor de las repuestas: un fuerte beso o abrazo a mi regreso.

Hoy sabemos de memoria la dirección de e-mail, el perfil de facebook o el número de móvil de un amigo pero, ¿conocemos su dirección postal para mandarle una carta?...

Creo que no.

Busca en tus cajones y vuelve a leer aquello que tan feliz te hizo o tanto daño te causó a lo mejor ves con otros ojos y otro punto de vista el mundo actual que vivimos.

Inténtalo o haz memoria (selectiva).

7 de junio de 2010

Cautivado por Málaga

"A todos mis amigos malagueños y especialemene a ti."

Atravieso calle Larios y el olor a incienso me embriaga.

Un grupo de cofrades desmontan los altares del Corpus y me detengo en este rincón de la Plaza de la Constitución, junto al mismo Café Central para comprar un cartuchito de almendras a un buen amigo que hacía mucho que no veía.

Viendo esta estampa se para mi reloj, las agujas retroceden a velocidad vertiginosa y vuelvo a sentirme aquel joven que oía aquello años atrás de: "Vamos a la rica almendra, el cartucho a veinte duros".

Pues están ricas las almendras, si señor, como siempre.

¿Quieres Laura?, ¿pregúntale a Mónica si le apetecen?...



Cautivado por Málaga, así es como me siento y es que esta ciudad sencillamente me tiene prisionero.

Visitada en decenas de ocasiones, pero poco conocida para mí.

Málaga es un perla mediterránea internacionalmente conocida por muchos y quizá poco atractiva para aquellos que tan cerca la tenemos.

Pero esta atracción que siento hacia Málaga viene siendo no solo por haberla descubierto más profundamente sino porque en ella he encontrado el mayor tesoro que pueda tener una ciudad o un pueblo.

Y ese tesoro son sus gentes, sus orgullosos malagueños y sus dulces, bellas, encantadoras y siempre sonrientes malagueñas.

Málaga hay que sentirla, disfrutarla, llegar a ella con sigilo, con mimo y sin hacer ruido, dejándote llevar por su encanto, por su aroma y Málaga te lo devolverá todo sin nada a cambio y multiplicado por infinito.

A tu abrazo responderá con pasión y con entrega total, te dará su piel para que la disfrutes y podrás cruzar miradas con ella que lograran que nunca olvides aquello que has visto o conocido en su interior.

Me gusta escuchar a mis amigos “boquerones”, me gusta entrar y provocar esa sana rivalidad entre mi tierra, Sevilla, y la suya a la que tanto defienden y hacer que salten chispas por un absurdo pique que yo apago con un fuerte abrazo y un gran beso al que siempre encuentro respuesta, siempre una buena y cariñosa respuesta.

No creo en las fronteras, solo creo en las personas, me es absolutamente igual de donde sean solo me importa como sean.

Hoy me apetece escribir sobre mi Málaga, la que yo conozco, la Málaga intensa, la que yo siento, la que yo he acariciado como a olas de mar y la que cada vez me tiene más cautivado y seducido.

Y todo gracias a ti.

No escribiré sobre su Semana Santa, a la que tanto admiro, sobre su Alcazaba, sobre su playa, no escribiré nada de su calle Larios, de su “Manquita”, de su embrujo Picassiano o de lo a gusto que puede estar uno tomando un vino en la “Bodega el Pimpi” o un buen pescado en el Pasaje de Chinitas, no escribo nada que uno no pueda consultar en una guía de viajes.

Escribo sobre la Málaga que me hace disfrutar, escribo sobre ti.

Te observo, te miró fijamente, te mantengo la mirada y tú, Málaga, sencillamente me sonríes…



Muralla de la Alcazaba

La sombra de la higuera

Patio interior de "El Pimpi"

Torreon del palacio del Museo Picasso

Fachada principal de la Catedral, con su torre manca

Campanario de la Catedral

Pasaje de Chinitas

Larios

El cenachero

Entre calles

Graderío romano


Gracias a Bedsonline y a mis cicerones malagueñas por permitirme conocer un poquito más de esta bella ciudad.

6 de junio de 2010

Playas del Algarve, un trozo de paraiso entre Carvoeiro y Lagoa

Debo reconocer que es una de mis debilidades viajeras, que son un tesoro descubierto hace ahora como diez años cuando iniciaba una nueva aventura en mi vida que me llevaba a escaparme de aquello tan rutinario a lo que venía estando acostumbrado en aquellos años.

Ahora una década después sigo volviendo por esta tierra y busco sus extensas playas, y sus recovecas calas para disfrutarlas en compañía siempre de personas especiales para mi.

Y es ahí, entre Carvoeiro y Lagoa donde vuelvo a vibrar observando y gustándome en playas como Albandeira o A Marinha quizá dos de los rincones de mar más maravillosos que haya descubierto en mi vida, ésta última una de las cien mejores playas del mundo.

Te había abandonado Algarve, bajé la guardia contigo pero de nuevo te piso, cuando más te necesito, como hacía antes, cuando eras mi confidente y guardabas aquellas aventuras de joven y pasional enamorado que allí quedaron tras la frontera ayamontina.

Vuelvo al Algarve, vuelvo a tus playas, ahora con una cámara de fotos mejor, sin carretes para revelar pero con la misma ilusión y sentido que durante años hice.


Pisadas

Vista de la cara oeste de A Marinha

A Marinha

Carvoeiro

Vista de A Marinha

El submarino

Arco de Albandeira

Al Bandeira

Tierra, mar y cielo