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6 de mayo de 2012

Gracias Mamá por este viaje...



"A todos los hijos que amamos a nuestra madre."


Eran las ocho y diez, de una fría tarde de Reyes, cinco de enero.

Cuando miles de madres disfrutaban con sus hijos de aquella noche de cabalgatas, ella me entregaba el pasaporte de la vida para empezar el más maravilloso de todos los viajes que he tenido la oportunidad de hacer.

Vivir.

Un viaje en el que siempre has estado junto a mí, un viaje lleno de maravillosos recuerdos y experiencias sin iguales que quedarán en nuestra memoria para siempre.

Mi viaje, mamá, me lleva a domingos a la playa oliendo a pimientos fritos y tortilla en aquél autobús de la peña o a riveras donde nunca me quitabas el ojo vigilante de encima, cuando me adentraba en la corriente de sus aguas, y yo, así estuviese en el más profundo del océano, nunca me sentí más custodiado que entonces.

Mamá, aún recuerdo aquellas tardes merendando en el centro de Sevilla, en la “Cafetería América”, con mis clicks de famobil mientras tu degustabas aquél café que tanto te apasiona, o aquella cara con la que mirabas a tu hijo mientras yo alucinaba en “Cortylandia”.

Cualquier Semana Santa de tu mano viendo cofradías, la visita obligada a casa de los abuelos los fines de semana o esos olores que tu cocina desprendía cuando subía las escaleras viniendo del colegio, yo sabía si tocaban lentejas, puchero o potaje de chicaros aquellos medios días.

Todos esos maravillosos recuerdos que quedan en un pasado lejano y se enlazan con otros muchos recientes donde la verde mirada de tus ojos, y tu cara, siguen siendo la misma aún con el paso de los años.

Esa, como tantas veces, era la cara del amor más puro y sincero, del amor que nunca erra. Ese amor que no se desvanece ante nada y ante nadie, y que es fiel y leal como ninguno, esa manera única de amar, mamá, la siento desde el primer minuto de mi vida y aunque ahora no podamos vernos con la frecuencia que, seguro, tú quisieras, debes saber que nunca he dejado de sentir tu amor y cariño, aún en la distancia.

Tu afecto no lo vi reflejado en juguetes y tuve muchos o, al menos, todos aquellos que pudisteis. Tú afecto y tu amor lo he visto reflejado en el mayor regalo que me has ofrecido.

Tu escucha y tu palabra.

La comprensión en todos mis errores y todas esas conversaciones que tanto me hicieron madurar cuando era un adolescente y tanto me siguen ayudando ahora que la adolescencia quedó tan lejos.

Hoy resulta que es el “Día de la Madre”, el día en el que muchos nos acordamos de vosotras porque, sencillamente, toca recordaos, pero para mí el Día de la Madre es todos y cada uno de los que suman en mi vida, porque seguro que para ti todos esos días, nosotros, tus hijos, hemos sido lo más importante y sustancial de tu vida.

No escribo esto como una carta para ti, mamá, lo escribo como un llamamiento para todos aquellos que aún tienen la oportunidad de viajar en la vida junto a vosotras, las madres, y tocar vuestras manos, abrazaros y besaros.

Escribo para aquellos que la perdieron y la recuerdan como el ser más increíble que se haya cruzado en sus vidas o para aquellos que padecen la enfermedad de una madre, hagan lo posible por cuidarla como si del último día de su vida se tratase igual que tu hiciste con la tuya, la abuela Josefita, que también fue la mía.

A ti mama, darte las gracias por todo el apoyo recibido, por todos los valores transmitidos, por dar la vida a esa otra maravillosa mujer que es tu hija, mi hermana y que tanto adoro,  y por todo lo que también has soportado como una luchadora nata en esta vida tan cruel, que a veces, te ha tocado vivir.

A ti mamá, gracias por la educación recibida, por aquellas noches en vela mientras éste loco soñador intentaba dar sentido a su vida, por tu intranquilidad convertida en protección mientras viajo por esas carreteras o mientras vuelo por esos mundos, por tantos y tantos kilos de patatas que has frito para mi, y tantos y tantos yogures que jamás faltaron en la nevera, aunque no teníamos, a veces, casi ni para comer.

Por aquellas obligadas e inolvidables noches a la luz de las velas en el salón de casa, acompañada de tus dos hijos, llenando de carcajadas lo qué en otro hogar hubiesen sido lágrimas.

A ti mamá, gracias por escuchar mi lamento durante días amargos, por dar el consejo oportuno aunque para mí fuese doloroso escucharlo viniendo de tu parte y por dejarme claro que lo más importante en la vida es buscar la felicidad de uno mismo, por encima de todos y todas las cosas.

A ti mamá, eternamente agradecido por lo que eres y has sido para mí, por amar incondicionalmente a papá y por seguir haciéndolo a estas alturas de la vida.

Feliz día de la Madre, a ti y a todas las privilegiadas de la vida que habéis dado el fruto de vuestro más profundo interior a hombres como yo.

Pero a ti, especialmente a ti...

...gracias por todo, gracias por darme la oportunidad de viajar en la vida como lo hago.

Gracias Marisa, gracias Mamá, te quiero con toda mi alma.

Fdo.: Tu hijo.

1 de mayo de 2012

La belleza nazarí de una noche en La Alhambra


La tarde va cayendo dando paso a una luna llena que permitirá mostrar la belleza sin igual del tesoro de Granada.

He ascendido el Cerro de la Sabika hasta la puerta del Palacio de Carlos V y allí me esperan el resplandor de una estrella, el sonido del agua y la fragancia de un tiempo pasado que perdura en los zocalos de mosaicos del Palacio Nazarí.

Bordeo estrechos pasillos pareciendo que pueda cruzarme con la hermosura de la favorita del sultán, me reflejo en la fuente de los Abencerrajes con su techo de fondo, y no soy nadie.

El Albaicín clava su mirada y es testigo privilegiado de "La Roja", mientras yo busco las letras de un poema de Lorca desvanecidas por el Patio de los Arrayanes.

Siento los pasos de Morente caminando hacia mi, entonando esa zambra que solo su estirpe puede hacerla llegar a lo más frodundo de mi flamenco, y te siento cantar Estrella...

Agua, luna y aire son los testigos de mi encuentro con La Alhambra.

Allí estabas, altiva, engalanada y sencilla esperando mi llegada y deseando que mi alma volviera a entregarse a tu belleza, a esa deslumbrante gracia que tus paredes ofrecen a todo aquel que se postra ante tí, queriendo ser aquel sultán que te retuvo en el tiempo creyendo que eras el paraiso terrenal.

Eres tu La Alhambra.

Eres la belleza nazarí que tanto busqué en mis sueños, eres el palacio deseado de todo aquel que quiso ser tu dueño y no pudo, eres el sueño de una noche donde la luna ilumina mi cara mostrando mi respeto ante ti, Granada, ante tí mi Alhambra.

No hay otro lugar, no lo hay, no hay otra noche, no la hay.

Sólo tú Alhambra, solo tú Granada, sólo...