.

28 de julio de 2013

Mark Knopfler, el alma de Dire Straits

El nerviosismo del día va dejando poco a poco paso a la magia de una agradable y veraniega noche de verano.

Casi ocho meses hace que tengo mi entrada para ver a uno de los que, personalmente considero un mito viviente de la música.

Considerado por muchos el mejor guitarrista de todos los tiempos, no lo sé, pero sin duda alguna, uno de los mejores de la historia seguro.

Puntualidad británica en la Plaza de Toros de la Malagueta, las luces se apagan, el publico empieza a vibrar y siete músicos, su banda, entran en el escenario. Tras ellos, con parsimonia, paso firme y esos andares característicos, Mark Knopfler se presenta ante miles de seguidores venidos de distintos lugares, agita su mano izquierda, estira los dedos antes de llevarlos al traste, la mano derecha está preparada, mirada al suelo cargada de esa timidez que durante décadas lleva por escenarios de todo el mundo, alza un poco la vista hacia la Alcazaba malagueña y empieza el sueño, el “Sultán del Swing” ya ha arribado en puerto…


Recuerdo que crecí envuelto en canciones que jamás olvidaré, anoche volvió aquel niño de apenas diez o doce años, que a escondidas de sus padres, cuando se quedaba sólo en casa en sus horas de estudios aprovechaba para encender aquella cadena de música Technics que aún conservo y ponía discos unos tras otros. “Making Movies”, “Communiqué”, “Brothers in Arms” o “Alchemy”, sacaba un viejo pañuelo que ataba a su cabeza, buscaba dentro de su armario aquella vieja raqueta de tenis de madera y allí estaba esperando su momento.

Cinta en la cabeza, raqueta-guitarra en mano y los primeros sones de “Money for nothing” empezaban a recorrer mi cuerpo, el corazón latente esperando el punteo de la guitarra de Knopfler y me dejaba llevar convirtiendo aquella pequeña habitación con posters de mis cantantes y grupos favoritos en el mayor estadio donde Dire Straits hubiese tocado.

Ayer noche volví a sentir eso, esa sensación que sólo da el directo en la música, no sin olvidar que “el abuelo”, el viejo escocés hace ya casi veinte años que se separó del mítico grupo y una dilatada carrera en solitario provoca que muchos de sus temas, salvo que la hayas seguido, no los conozcas, pero no por ello, los disfrutes menos.


 
Sabía que no iba a un concierto de Dire Straits, desafortunadamente muera con esa pena, sabía perfectamente a lo que iba, a disfrutar de este mago de la música que durante casi dos horas deleito a aquellos soñadores del pasado que allí estábamos y que a cada acorde de las cuerdas de su guitarra nos dejábamos llevar y embriagar por el momento vivido.

Para mi la grandeza de este gran músico reside en que todo su talento es capaz de depositarlo y cederlo a su guitarra. Es ese sonido característico, esa manera única de mover sus dedos sobre las cuerdas lo que hace que escuchar su música deje en un segundo plano su voz, también característica claro está, y sea el sonido de la media docena de guitarras que utiliza el que sea protagonista único y canal de encantamiento de todos los que escuchamos su música.

Pero así pueda sacar cien discos en solitario Mark Knopfler, el espíritu y el alma de Dire Straits estará siempre latente cada vez que salga al escenario. Su, a veces, estrafalaria pinta con ese pelo descuidado sujeto por un pañuelo, camisetas o chaquetas indescriptibles y pantalones ceñidos a la piel a dado paso a un sesentón con camisa ancha, pantalones de vestir y poco pelo que sujete pañuelo alguno.

Pero sigue siendo el mismo genio.

Hemos consumido la primera hora de concierto, todo quedó a oscuras, el silencio se apoderó del coso malagueño, un piano baila con los acordes de su guitarra y su voz rompe con un “a lovestruck romeo sing a streetsuss serenade…”

“Romeo and Juliet” suena para mi, para nosotros y el público cae rendido a la melodía de esta increíble canción con la que han crecido generaciones enteras para deleite todos los mortales que allí nos entregabamos a lo que viviamos.

Pero aún así cuando se acercaba la media noche, llegó uno los momentos más emotivos que he vivido en un concierto en directo. “Telegraph Road” suena durante quince minutos únicos, en el que toda la banda da lo máximo para abrir la llave a una madrugada de corazones entregados y sueños cumplidos.

El concierto va llegando a su final, Mark Knopfler se retira sabiendo que tendrá que volver al escenario para poner la guinda, la que todos esperamos. No sonará “Sultans…”, ni “Walk of life”, ni siquiera “Money fon nothing” romperá el ambiente, no se escuchará el solo de clarinete en “Your latest trick”, nada de esto dejara el viejo sultán pero si regala “So far away” con toda la plaza en pie coreando la canción y despide la gala, se retira del escenario entregando a todos los que alguna vez soñamos con estar en un concierto de Dire Straits, esa pieza que pasará a la historia de la música como uno de los mejores temas de siempre.

Mark Knopfler pone rumbo a casa, dispone a todos a que no perdamos la senda de nuestras raices, que defendamos lo nuestro por encima de todo, el coliseo malagueño se prende de un alegato contra el poder del poderoso, la Malagueta pasa a ser la tierra de los soñadores y de los valientes, el viejo escocés nos invita a que seamos gente sencilla en su último tema antes de abandonar el escenario por el tendido 5 como un auténtico maestro, Mark Knopler, la eterna voz de Dire Straits sin ni tan siquiera cantar, sólo con los acordes de su guitarra nos invita a que seamos o nos convirtamos en gente, en tipos geniales y especiales como Ben en “Local Hero” .

Suena “Going Home", escucho en directo esta melodía tocada por quien sólo puede hacerlo igual.

Ya puedo morir tranquilo…

No hay comentarios: