Me he tragado un nuevo
libro. De esos que algunos llaman de autoayuda y cuantos más libros
de estos leo más me doy cuenta de que menos ayuda necesito porque
poco me enganchan a la historia salvo frases lapidarias o capítulos
interesantes que aporten algo a tu día a día.
No obstante, “El
monje que vendió su ferrari” de Robin Sharma lo que me ha aportado
principalmente es la similitud que a veces logras encontrar con estos
personajes pseudo-ficticios que dando un giro radical a su vida
logran ganar la batalla de su Yo interior y de alguna manera muestran
a aquellos que lo leen o leemos, que siguiendo algunas pautas básicas
de cómo debemos vivir, nuestra vida puede ser mucho más plena e
interesante con nosotros mismos y con quienes nos rodean.
Esta fábula cuenta
la historia de un rico y ambicioso abogado que tras sufrir un infarto
durante un juicio y estar a punto de la muerte decide cambiar de
vida, abandonar sus vicios, sus lujos, su extenuada vida laboral y su
envidiada forma de vivir para trasladarse al Tibet junto a los Sabios
de Sivana, convertirse en monje y volver un día para transmitir su
sabiduría, serenidad, sencillez y armonía a uno de sus antiguos
pupilos del bufete de abogados y en consecuencia a la vida que
actualmente tiene.
Trece capítulos que
permiten obtener una visión de que debemos hacer para ser mejores
con nosotros mismos y con todo aquello que tenemos cerca.
Un libro cargado de
citas interesantes y que tras terminar de leer su última página me
prometí que fuese el último de estas características salvo una
deuda que tengo con otro texto que comentaré en otro momento.
Sharma habla en el libro
de dominar la mente, de marcar tu propósito en la vida, de vivir con
disciplina, de servir desinteresadamente a los otros, de abrazar el
presente y de la “más preciada mercancía” que tiene un ser
humano.
El tiempo.
La mayoría de la
gente cuando nos damos cuenta de lo que realmente queremos y de cómo
obtenerlo, suele ser demasiado tarde. La gente joven, eso no lo sabe
o no lo quiere y cuando ya no eres tan joven o eres mayor, quizás no
puedes.
Dominar el tiempo, dominar
tu tiempo. Es dominar la vida, dominar tu vida.
Dominar el tiempo te
permite disponer más de él para hacer las cosas que para ti tienen
más significado.
El tiempo, tu
tiempo, tu paso por la vida es finito, tiene fecha de caducidad con
lo cual como bien preciado que es para nosotros, debemos
administrarlo correctamente y sobre todo disfrutarlo, sentirlo y
vivirlo plenamente. Porque el tiempo hay que devorarlo gustándonos
en el presente, haciendo que esa suma de momentos temporales vividos
dejen un pasado de calidad, de experiencias únicas abarcando nuestro
futuro legado, nuestro aprendizaje continuo, para intentar disfrutar
del presente poniendo los cimientos de un futuro prometedor.
Quien fracasa en la
planificación de su tiempo, planifica, sin lugar a dudas, su
fracaso.
Como decía Julian
en el libro. Debemos cuidarnos de aquellos que nos roban el tiempo,
no debemos permitir que nadie venga a robarnos nuestra preciada
mercancía. Con el tiempo tenemos que ser despiadados, aprender a
decir no.
Decir no a muchas pequeñas
cosas nos permitirá algún día decir un gran si a algo
verdaderamente importante para nosotros y nuestra vida.
No tienes que responder
siempre al teléfono, no pasa nada si alguna llamada aparece perdida
en tu móvil, ni contestar de manera inmediata a un sms o wassap, no
debemos permitir que esos que nos exigen la inmediatez en la
respuesta sean dueños de nuestro momento de intimidad y en
consecuencia de nuestro tiempo.
No ocurre nada por
apagar el móvil, por estar días sin entrar en facebook o twitter.
Compruébalo, de verdad, no ocurre absolutamente nada y el tiempo, tu
tiempo habrá permanecido durante ese espacio de tu vida pegado a ti
esperando a que le des una oportunidad de vivirlo intensamente.
Apagar el móvil y
desconectar de redes sociales durante un tiempo no es silenciar tu
vida. Silenciar tu vida es apagar el entusiasmo y las ganas por vivir
o desconectar de tus propios sueños para convertirlos en
inalcanzables, cuando realmente pueden estar al alcance de tu mano.
Quien es dueño de
su tiempo vive una vida plena y sencilla. Quien entrega su tiempo a
otros pierde la propiedad del mismo y en consecuencia deja que otro
se adueñe de su vida.
No podemos vivir
pensando como si nos quedaran cien o doscientos años de vida, el
tiempo es esa arena que pasa de arriba a abajo del reloj sin que
podamos frenar su caída, pero si podemos construir un nuevo reloj
con el cuello de vidrio lo más estrecho posible, haciendo que el
tiempo pase despacio y permitiendo que toda la arena que caiga y
quede en el fondo sea lo más limpia, fina y pura posible.
El libro
que acabo de leer cuenta la historia de un monje que vendió su
ferrari, que lo dejo todo para purificar y sanar su vida. Un monje
que bien podría ser aquel humilde viajero, aquel joven y pequeño
empresario que conocí hace más de tres años, un hombre que un día
decidió emprender un viaje para alcanzar su sueño, dejándolo todo
sin mirar atrás y que tuvo que vender su preciado reloj, un Rolex
que le regalaron uno de los días más importantes de su vida para,
que curiosa paradoja, ser dueño de su propio tiempo.
Conozco bien a ese viajero
que tuvo que vender su reloj para alcanzar sus sueños…
1 comentario:
Querido amigo, muchas veces no nos damos cuenta de lo preciado q es el tiempo, de lo importante q es vivir intensamente, ya q ese reloj q tiene fecha de caducidad sólo nos muestra la lección de vida más humilde q podamos ser, y q muchas veces no sabemos valorarlo o simplemente pasa de largo y no te das cuenta hasta q lo has perdido o quizás al contrario, aprendes una nueva lección q te lleva a ser mejor persona...Mil gracias x compartirlo amigo.
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