Ha llegado el ansiado día, el que tanto tiempo llevo esperando, ese que me llevará a dar el primer paso de mi Camino, aquel paso que en tantas ocasiones me vi obligado a cancelar bien sea por causas ajenas a mi voluntad, por lesiones, por trabajo y otras tantas cuestiones que ahora no vienen al caso.
Pero hoy no, hoy no hay nada que lo impida.
No ha sido necesario poner despertador, los ojos como platos desde las cinco de la madrugada y a las seis me levanto de mi cómoda cama de la habitación número tres que la esposa de Antón me ofreció el día anterior.
Me aseo, tomo mi mochila que dejé totalmente preparada antes de acostarme y bajo las estrechas escaleras de la pensión. El salón aún cerrado, dejo las llaves encima del mostrador y atravieso el umbral de la puerta para poner el primer pie en la calle.
Corre algo de fresco pero se aprecia que hoy será un día caluroso.
Las calles de O Cebreiro están solas y apenas se oye algo de gente dentro de la Venta Celta desayunando o como una pareja de pequeños gatitos disputan por algo que echarse a la boca allá encima del techo de pizarra de una de las hospitalarias casas convertidas en improvisadas pensiones. Mientras, abajo, y a través de una de las ventanas de la casa se observa como una señora calienta leche y tuesta algo de pan para algún peregrino que minutos después bajará a desayunar antes de emprender su etapa quien sabe si hasta Triacastela o incluso más allá.
Antes de salir del pueblo dos chicas jóvenes algo despistadas y yo diría que asustadas vienen de vuelta, es raro, y me preguntan si conozco cual es la salida hacia el camino. Iban sin linternas, parece que pasaron algo de miedo y decidieron volverse a esperar la amanecida o que alguien les indicará la ruta de salida correcta. Es cierto que el camino está muy bien marcado por todas las partes, bien con los mojones indicativos o con esas flechas amarillas que durante toda la ruta serán fieles compañeras de peregrinación pero no puedes emprender la jornada de noche y sin linterna como aquellas dos jóvenes pretendían, corres el riesgo de despistarte o incluso llegar a acojonarte un poquito.
Una vez ofrecida mi primera ayuda al peregrino, que para colmo no fue el mejor consejo, perdonad chicas, me paro a desayunar en Casa Moreno.
Tostada y zumo de naranja de bote, se ve que la naranja natural no abunda mucho por estos lares, como también ocurre con el pescado.
Una vez desayunado y a eso de las siete de la mañana inicio la ruta que me llevará unos veintidós kilómetros adelante hasta Triacastela pasando por lo que la tarde antes fue lugar mágico en la puesta de sol.
Aún es de noche, enciendo mi linterna, atravieso por el punto más alto del Camino a su paso por tierras gallegas. Delante observo los haces de luces que otros peregrinos van dejando y que de alguna manera me van orientando y detrás dos puntos de luz halógenos que poco a poco me alcanzan a la altura del cruce de la pista forestal que baja hacia Liñares.
Son dos peregrinos, un chico muy joven, no más de dieciséis años y un señor mayor, muy por encima de los sesenta.
BUEN CAMINO, nos dijimos mutuamente.
Deseaba oir esas dos palabras, dos palabras con todo un significado especial de educación, de cortesía y de aliento en muchas ocasiones. Es el saludo por tradición que de alguna manera te obligas a decirlo al cruzarte con otro peregrino durante el camino. Luego a lo largo del camino observo que cada vez se va utilizando menos no se si porque el acumular kilómetros y el cansancio aminora la educación o porque sencillamente la gente se cansa de tanto saludo. No fue mi caso, pero si es curioso que no vi prácticamente a un solo ciclista que al cruzarse contigo no te saludará de esta manera. Igual es que dar pedaladas te hace más cortés y educado o que sencillamente después de comprobar la dureza de realizar el camino en bici para ellos, los ciclistas, obtener el BUEN CAMINO como respuesta a su saludo les sirva de ayuda para el resto de la etapa.
El día empieza a amanecer, las claritas del día se dejan ver ya llegando a Liñares antes de emprender la subida entre caminos estrechos y escarpados rodeados de mantas de helechos y centenares de hayas que al final divisa la estatua de bronce del peregrino que preside el Alto de San Roque. Allí primera parada para tomar algo de agua, desprenderme de la primera capa de ropa ya que el calor empieza a aparecer y tirar alguna que otra foto de rigor.
Un nutrido grupo de peregrinos rompiendo la paz del lugar, una chica coreana descalzada tratándose con esmero las ampollas que quien sabe desde donde las trae, algún peregrino que pasa de largo y dos curiosidades: Una el chico joven y el señor mayor que rato antes me crucé que descubro que son nieto y abuelo tras dirigirse el primero al otro de esta manera al pedirle algo de agua y la otra curiosidad es la pareja que prácticamente desde el primer día son y serán testigos indirectos de mi camino hasta llegar a Santiago como aquel nieto y su abuelo.
A partir de aquí, continuando el camino pasando por Hospital de la Condesa, donde una lugareña te recibe sentada en el poyete de la puerta de su casa y te fija la mirada como analizando tu interior y pensando cuantos como éste pasan al cabo del día, y hasta prácticamente llegar a Padornelo escuchando el estribillo de una pegadiza canción que nunca había oído antes que aquel chico de la pareja antes mencionada repetía constantemente para automotivarse en esta parte del camino. Aquella letra decía algo asi como:
“Quisiera ser feliz, amanecer cada mañana a tu vera, sentir que nunca se acabe esta primavera y vivir cada momento de esta manera…”
No cantaba mal aquel tipo aunque se hacía algo pesado, pero claro a poco llegaba la durísima subida al Alto do Poio y allí ni el mismísimo Placido Domingo hubiese sido capaz de cantar una sola letra. Volví a coincidir con la pareja en otros sitios pero no volví a escuchar aquella bonita letra que a mi personalmente me agradaba y amenizaba el camino.
Mejor oir a alguien cantar durante el camino que escuchar cualquier archivo de sonido en móviles de estos de úlitma generación mientras uno camina.
Una vez llegado al Alto do Poio, un merecido descanso, sello a la credencial y un vaso de agua muy fría que parecía recogida de un manantial directamente. Luego una larga caminata en línea recta y con cómoda pendiente hacia abajo paralela a la carretera que me lleva hasta Fonfría donde veo las primeras vacas color canela muy conocidas por la exquisita leche y tierna carne que ofrecen.
Allí en mitad de la aldea, donde las gallinas van cruzándose a tu paso una mujer te ofrece tortas de leche frita. Según la información que tenía en tiempo fue un gesto de hospitalidad a cambio de la voluntad pero que ahora no se si motivado por el año Jacobeo y el alubión de peregrinos se ofrece casi obligatoriamente a cambio de una moneda de un euro.
Prosigo mi camino hasta llegar al merendero junto al Mesón Betularia en O Biduedo y allí a pocos kilómetros ya del final de la etapa hago la última parada de descanso compartiendo los filetes empanados que aún me quedan con una pareja de pastores alemanes con más hambre que un caracol en la vela de un barco como decía el gran Paco Gandía.
A partir de aquí, siete kilómetros de continuo descenso pasando por Filloval o Pasantes donde a los pies de un portalón observo encima de una mesa unos envases de plástico con frambuesas y un cajoncito con un letrero escrito a rotulador carioca que ponía, 1 €. Sin duda me sorprende la confianza que los lugareños depositan en los peregrinos, allí nadie vendía frambuesas, allí tu coges tu caja y pagas, algo así como una expendedora de alimentos de estas de los hospitales pero en versión peregrina.
Me quedo con la duda de que aquellos que después de comer tan sabroso fruto y tiran los envases al suelo del camino realmente hayan depositado la moneda en el cajón, seguramente que muchos de ellos no lo harían.
Si alguna vez pasáis por allí o por cualquiera otra parte de esta bella ruta jacobea por favor no tiréis nada al suelo, haced un esfuerzo y esperar a que el mismo camino os ofrezca una papelera o un bar donde dejar la basura.
Ya no muy a lo lejos veo como Triacastela aparece dejando atrás Ramil y su centenario castaño testigo del paso de tanta espiritualidad y fe.
Mis pies están respondiendo a las mil maravillas, me siento fresco y motivo de mi situación empiezo a silbar una canción que un curioso peregrino que paralelamente acompaña mi camino pregunta de cual se trata.
“Descanso dominical”, de Mecano.
Deben ser las dos de la tarde y entro en la travesía de Triacastela hasta llegar la plaza de la Iglesia donde me hospedo en la Pensión Simón que amablemente regenta Natalia y su esposo. Un lugar muy limpio, nuevo y acogedor que ofrece lo necesario para un buen descanso.
Y como vecino el pequeño Victor, un peque de apenas cuatro años, hijo de los propietarios de la pensión y que casualmente es el único niño de esa edad que habita en Triacastela.
Tras una ducha relajada y algo de ropa limpia bajo a la calle para comer algo en el albergue Xacobeo, sin duda el mejor sitio para comer allí con un magnífico menú a base de revueltos, parrillada de churrasco y queso con membrillo de postre como siempre acompañado de Ribeiro de la casa, bebida que se convertirá en mi fiel acompañante en cada comida hasta el final de mi camino.
Cafelito tras el postre y de vuelta a la pensión para descansar algo antes de asistir a la sorprendente y esperada misa de peregrinos que el Padre Augusto nos tiene preparada en la Iglesia de Santiago muy cerquita de mi hospedaje.
Del Padre Augusto, de su palabra y de su manera de dar misa hablaré en el próximo capítulo.
¿Te apetece una siesta? yo no soy mucho de siesta pero me estoy aficionando.
6 comentarios:
Muy buena. Espero las letras del padre o la parte III.
Un beso.
Yo espero las letras, la parte III, la parte IV e incluso yo diría más, la parte V. Está genialmente genial. Estás escribiendo como tú querías y solo tú sabes. Un abrazo, peregrino y buen camino.
y de vigo p'a cuando?
Buen comienzo, compañero. Seguiremos tus andanzas por tierras gallegas, pero queremos (yo al menos) más fotos ;-)
Un abrazo
AL, sabes que tienes un don para explicar las cosas siempre sacando las cosas mas bonitas y positivas , porque aunque allas dormido mal en lo alto de una piedra, seguro que dirias que la noche te acompañaba con las estrelas o alguna cosa bonita , tu amigo jero
jero, no te conozco, pero compartu tu opinión. el AL, es un crack, tiene una verborrea que no lo flipa él, lo flipamos nosotros. buenísimo. D. Antonio, algún día te deberían dar el nobel, como a Vargas LLosa este año, y el milloncito de euros, claro está, y lógicamente eso habría que celebrarlo en vera playa, ya sabes tú, tos en canicas, jejeje. un saludo.
p.d.: no tié ná que ver, pero hoy aquí, llueve
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