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1 de septiembre de 2013

Cinco años de experiencias viajeras, cinco años viviendo...

Hace cinco años ya, como pasa el tiempo.

Fue una mañana de sábado, septiembre de 2008, cuando decidí emprender un maravilloso viaje y dar forma a un sueño que llevaba tiempo queriendo hacer y no sabía cómo.

Entre 2003 y 2008 fueron años de diversos y distintos viajes por muchas ciudades y paises, lo que me llevó a un gran interés por contar lo que en ellos ocurría y enseñar aquellas primeras fotografías que empezaban a apasionarme de manera especial.

Pero el primer post no hablaba de ningún viaje en concreto, escribía sobre recuerdos de la infancia, sobre la amistad y por encima de todo algo me decía que aquel caluroso sábado me daría alas para empezar, no sólo a escribir sobre lo conocido en docenas de destinos, sino a escribir sobre el más apasionante de todos los viajes.

La vida misma.

Nacía un blog humilde, al que cinco años después ni he querido ni quiero dar mayor publicidad que el boca a boca de los amigos que seguís leyéndolo y que recomendáis a tantos otros, que de forma anónima han leído algunos de los 132 artículos escritos, que han sumado a esas casi 60.000 visitas. Gente que se ha molestado en escribir más de 300 comentarios que con tanta ilusión leo y agradezco.

No son números de records pero para mi tienen un alto valor y que agradezco enormemente.

Este post no llevará ilustrada ninguna fotografía pero lleva inmerso decenas de ellas que quiero compartir y hacer sentir como yo las siento, de una manera especial y es, contándolas.

El recuerdo de viajes en años anteriores y los vividos durante estos cinco me llevan a vivencias únicas e inolvidables, a paises y ciudades increibles, unos más que otros claro está, pero sobre todo a lo que más valoro en un viaje, a emociones y experiencias maravillosas.

Son muchas las vividas, porque el viaje como la vida misma intento experimentarlo con intensidad y con la fuerza necesaria para recordarlo en el tiempo, pero hay momentos únicos que es imposible borrar de mi memoria y que hoy forman parte de mi ADN viajero con un valor incalculable.

Porque sobre todo viajar son las sensaciones, es aquello que cuando lo ves o lo vives te emociona hasta un punto que no das crédito de que puedas ser tú el protagonista y a mi eso, me ocurre muy a menudo cuando viajo.

Esa sensación la he vivido entrando en la Plaza del Obradoiro alcanzando la gloria jacobea, la he sentido oteando mi horizonte en la cima del Mulhacén, viendo como el mar bravío rompe con toda su fuerza en Los Hervideros de Lanzarote o adentrándome en la profundidad de la tierra siguiendo un Río Secreto en Yucatán.

El turquesa del mar caribeño en Playa Maroma o Virgin Gorda. Quedarte encerrado en una iglesia del Trastevere oyendo palpitar la piedra de mármol de una de las obras maestras de Bernini, bucear entre corales y peces de colores en una bahía de Malta o deslumbrarme con el añil sobre blanco de las callejuelas de Chaouen.

Sentirme Quijote que lucha con molinos de viento en La Mancha, brindar con difuntos a las puertas de un cementerio en Arnoia, probar el mejor ron del mundo en una taberna de Martínica o el mejor café del planeta frente al Panteón de Agrippa en Roma. Sentirme hombre pobre ante el discurrir de coches de lujo en Montecarlo y en mostradores de diamantes de joyerías en Saint Marteen, y hombre rico en una tienda de souvenirs de República Dominicana o en el zoco de cualquier ciudad marroquí.

Oir batucadas y bailar capoeira por las angostas calles del Pelourinho en Salvador de Bahía, iniciarme en el consumo “moderado” de la cerveza gracias a mi estancia en Munich, estremecerte ante el duomo de Milán o el Ponte Vecchio de Florencia, mirar al vacío del Desfiladero de los Gaitanes o sentir como se mueve la Duna de Bolonia bajo la atenta mirada de los capiteles de Baelo Claudia. Mostrarme diminuto ante el acantilado de Los Gigantes en Tenerife y cruzar el Puente de Carlos en Praga envuelto en un romántico frío en busca de la orilla de Mala Strana.

Bajar a la playa de A Bandeira en el Algarve, bañarme desnudo en las Islas Cíes o neoprenizado en las gelidas aguas Finlandesas. Tejer redes de pescadores en el puerto de Livorno, pasear por la inigualable calle Larios de Málaga en busca del enigma de las esquinas de sus edificios, mimetizarme en el Napoles profundo para comprobar los resquicios y recuerdos de Diego Armando Maradona o comtemplar la estampa única de la Rivera de Oporto desde Vilanova de Gaia.

Ser jugador de casino en Estoril, Madeira o Portimao, viajero anónimo y extravagante por Camden Town. Quedar hipnotizado ante la maravilla de la Torre Eiffel desde el balcón de Trocadero, colgar la bandera y cantar el himno del Centenario del Sevilla F.C. desde la misma Torre de Pisa y ver como el Puente de Vasco da Gama en Lisboa te engulle Tajo adentro desde la cubierta de un crucero.

Y cuantos amaneceres, y puestas de sol y cuantas lunas llenas vividas.

El amanecer que tantos días vivo en la Costa del Sol, el amanecer solitario desde la proa de un barco con Sidi Bou Said abriendo sus brazos ante mi, el amanecer que se cuela entre calles del medievo Cacereño o por el ventanal de aquella maravillosa casa de Zamans.

El atardecer que Monsaraz regala mientras un té queda esperando frío en la mesa de aquella preciosa terraza, el ocaso del día y el rezo desde aquella colina de O Cebreiro horas antes de partir hacia Santiago, el que Faro Camarinal entrega a los soñadores que por allí hemos estado tantas veces o el atardecer que deja paso a una fantástica luna llena cargada de pasión, complicidad y deseo.

Lunas que dan brillo y luz a noches de sombras e inquietudes en una Sevilla que permanece para siempre en mi alma, lunas reflejadas en un Guadalquivir cualquiera. Luna que sirve de guía para mis pasos a las mismas puertas del Sahara y la más bella de las lunas, la que envuelve en un manto de magia, la que servía de abrazo nazarí asomando tras la Torre de la Vela aquella noche prohibida, aquella noche en Granada.

Son tantos sitios, tantos lugares y tantas ciudades. Pero ningún destino y ningún viaje como el más bello que jamás emprendí, el más apasionante y que espero que cada día me siga llevando de visita por la ciudad de los Sueños, el barrio de la Emoción, el cruce de las calles Amor y Amistad. El que por el camino de la Libertad, llegué al Mirador de los Encuentros desde donde contemplé el Valle de la Alegría delante, y las montañas Esfuerzo y Recompensa detrás.

Un viaje que me acerca al Río de la Magia, con ese caudal de Energía que desemboca en el Mar de la Bondad donde tres barcas llamadas Pasión, Verdad y Lealtad tienen su amarre en el bello Puerto de la Música de esa ciudad soñada, de ese país llamado Fantasía donde el más bello de los viajes me acerca, donde cada día puedo sellar mi pasaporte de soñador y donde instalo mi patria y mi alma.

Ese país y ese viaje que cada uno llevamos dentro y, a veces, olvidamos de hacerlo y de disfrutarlo.

Ese viaje con un solo billete de ida, no hay vuelta. Ese viaje que te pertenece, que nadie debe robarnos y que es único, irrepetible, maravilloso y al que no debemos renunciar.

Ese viaje que es la vida.

Tu vida.

¿Me acompañas?

5 comentarios:

Virgy VSC dijo...

Grande! Eres grande amigo! Solo puedo decirte: Vive! Cada paso, cada gesto, sensacion o susurro percibido en un pequeño viaje se convierten en las fotos que quedaran en ese albun llamado memoria y que completamos a lo largo de nuestra vida!

Anónimo dijo...

Magnífico! Hay un lugar que no has mencionado... y no debes dejar de conocer...
Gracias por compartir, sigue viviendo...y soñando. Sobre todo si quieres y te apetece, hazlo...

Unknown dijo...

Eres la leche....consigues emocionar con tu pluma compañero.... enhorabuena de corazon. Ojala pueda ser afortunada y poder seguir disfrutando de muchos mas relatos tuyos. Disfrutalo!!!!

Anónimo dijo...

Una vez más.... bueno sólo te digo una palabra DISFRÚTALA, te acompañare como siempre en tus letras... bs.

FPL dijo...

Felicidades amigo! Por tu trayectoria, por ser humilde y mostrarnos tu alma, tus sensaciones, tus emociones, tu forma de ver la vida y tus experiencias... Siempre me encanta leer tus blogs, es una forma de enriquecerme, leyendo historias de la vida misma, siempre tomo nota y saco el lado positivo de las cosas... Gracias x estar ahí, sigue soñando y compartiendo la magia q transmites al escibir...