.

10 de septiembre de 2012

Subida al Mulhacén


Dedicado a Laura, mi compañera de viaje, por compartir y disfrutar tantas aficiones conmigo de la manera que lo haces y respetar profundamente todas aquellas que no compartes.

No voy a soltaros el rollo que muchos habréis oído o leído sobre subidas, ascensiones o expediciones al Mulhacén y otros picos, de todo esto tenéis infinidad de páginas y foros en internet donde documentaros. 

Algún enlace dejaré al pie de este artículo por si alguno se anima.

Quiero contar mi experiencia en la subida al Mulhacén desde una mirada muy personal reflejada en los momentos vividos durante dos días, dos etapas maravillosas que, en mi caso, me ha puesto al límite tanto física como mentalmente.

Adentrarte en una zona totalmente desconocida a la que sólo unos pocos han accedido en años, soportar el cambio drástico de amanecer al nivel del mar y dormir a más de tres mil metros o ver como tu cabeza, tu respiración y tu apetito no responden de manera habitual, cosas como éstas pueden y van a suceder cuando intentas un reto de estas características.

Un reto, eso es para mi ascender al Mulhacén. Un reto cargado de ilusión, de afán aventurero, ése que aún mantengo a mis años, y una meta marcada en mi camino que es poder tocar la cima más alta de la península ibérica y desde allí recordar y mandar un saludo a todos los familiares y amigos que se fueron y descansan tan cerca, a la vez que rogarles y pedirles mucha fuerza para los que aún quedamos por aquí abajo.

La ruta me ha deparado cruzarme con alguna cabra montesa buscando comida en la cara oculta del Veleta, con ciclistas que cruzan Sierra Nevada en rutas que me recuerdan el Camino de Santiago.

Subir hasta los pies del Veleta para dar paso al Collado de la Carihüela y desde allí conocer y divisar por vez primera la magnitud de la cara sur de Sierra Nevada con la Laguna de Aguas Verdes y el valle del río Poqueira abriéndose camino con el deshielo en la montaña.

Caminar por el Paso de los Machos y divisar al fondo como en el Collado del Lobo se abre una puerta mágica que da paso a las espectaculares vistas del nacimiento del Río Seco con su laguna y sus raspones.
Al fondo la Loma Pelá hace de telón al gigante Mulay.

Dicen los montañeros experimentados que a los pies de esta loma hay que tomar una de las decisiones más complejas para llegar a la Caldera. Una, sin honor, bordeando la loma caminando sin dificultad aparente y otra, con honor, subiendo la fuerte pendiente del cerro y bajando entre traicioneras lascas de pizarra hasta llegar a la espalda del refugio del mismo nombre.

A mi, aún me queda algo de honor y por supuesto decidí la segunda opción sabiendo que una vez subida la loma, el paisaje de la Laguna de la Caldera a los pies del gigante Mulhacén es sencillamente increíble.

Allí arriba, la gran montaña presenta sus respetos hacia este humilde montañero mandando un mensaje de que poder es querer y que si has llegado hasta aquí no dudes en subir a saludarme y presentarme los tuyos.

Abajo, al fondo, junto a la laguna se aprecia un minúsculo punto. Es el refugio de la Caldera donde pasaremos la noche descansando antes de atacar la cima el día siguiente.

La llegada al refugio esta llena de incertidumbre ya que en caso de estar completo te ves obligado a dormir al raso o como mucho flanqueado en una corralera de piedras.

Hubo suerte y aunque el aforo era bastante elevado pudimos hacer un hueco para dormir bajo techo.

El cansancio hace mella y el lugar me brinda la oportunidad de echar una corta siesta al sol, mirando de frente la cima del Mulhacén y soñando con lo duro que será la subida tras la amanecida del día siguiente.

Un escarabajo sube por mi pierna y me despierta…

Una vez llegada la noche, el refugio, aquel espacio sin luz y sin agua con dos niveles de altura para colocar los aislantes, una mesa de madera y unos bancos de piedra que rodean su perímetro interior se convirtió en un hormiguero de cerca de treinta montañeros que compartíamos descanso entre sacos de dormir, un olor a humanidad considerable, algún chiste para hacer que el sueño se retrase y por supuesto, la banda sonora de ronquidos que algunos ya dejaban sonar para decepción del respetable que aún no había alcanzado dormir.

Unos pocos, nos abrigamos y salimos a la oscuridad exterior para deleitarnos con el mejor regalo que la noche te hace en la montaña, su cielo.

Un mar de estrellas nos cobija dejando fascinados a todos los que disfrutábamos de aquel momento mirando hacia el firmamento. Estrellas fugaces rompen el cielo y un cinturón de astros atraviesan de norte a sur el infinito.

Sobre nosotros, la Vía Láctea.

Amanece en el refugio, apenas se aprecian las primeras luces del día y ya un grupo reducido de montañeros emprenden su camino.

Salgo al exterior y miro al cielo. La Vía Láctea quedaba oculta dando paso a un amanecer único. Una paleta de colores que va apareciendo tras el Mulhacén y la Alcazaba para llenar de luz toda la Caldera.

Todo preparado a los pies de la montaña, hace bastante frío. Cojo aire, aprieto la mochila a mi cuerpo, miro la cima y me dispongo a subir la fuerte pendiente por la loma del gigante.

La subida, más de cuatrocientos metros de desnivel, me la tomo con calma, con la fuerza y el empuje suficiente, sabiendo que llegaré a la meta. Esto es como la vida misma, paso a paso, sin mirar atrás, sin mirar al frente, salvo para marcar la referencia.

Los metros dejados atrás en la subida son pasado, la cima que arriba me espera es futuro. Sólo importa mi presente inmediato y eso son los pasos firmes y seguros que voy dando uno tras otro.

La vida es así, es una dura ascensión llena de dificultades, pero como en la vida misma, de nada sirve mirar atrás y delante. El presente es lo que importa.

Todos subimos nuestro Mulhacén en la vida, sólo el miedo al fracaso puede hacer que no alcancemos nuestras metas.

Ha pasado más de una hora y la fuerte pendiente va perdiendo verticalidad para dar paso a una loma donde una dura ventisca nos da la bienvenida a la cima.

Ahora sí, alzo la mirada y a escasos treinta metros veo la cumbre. Un reducido grupo de compañeros de refugio empiezan la bajada dejando sola ante mí la cima.

Ahí estás, tantos años deseando llegar a este lugar y te permites darme la bienvenida a solas como jamás creía que ocurriese.

Giro en torno a mí y el despejado día me permite observar un paisaje inimaginable e indescriptible. A casi tres mil quinientos metros de altitud parezco tener todo el mundo a mis pies y ahora encuentro el verdadero significado de que “viajar te hace sentir insignificante”.

He llegado a la cumbre, he tocado la cima con mis manos, he subido al Mulhacén como tantas veces imaginé y la sensación de alcanzar una meta y de cumplir un objetivo como éste es increíble e inexplicable con palabras.

La emoción aparece.

La fuerte y helada ventisca me obliga a cobijar junto a otros montañeros que llegaron posteriormente y descansar durante unos minutos antes de empezar a bajar mientras observo el cielo infinito y la inmensidad que el horizonte me ofrece.

Antes de iniciar la marcha de vuelta, en una pequeña capilla que se abre en la roca de la cima, bajo el punto geodésico. Hay una imagen de la Virgen de las Nieves. Doy las gracias y pido con toda mi alma que nos ayude y que mande toda su fuerza a una de las personas que más quiero en el mundo.

Por ella también estoy aquí ahora.

No cumplo una promesa, ni siquiera la hago. Sólo transmito mi fé con el firme convencimiento de que todo saldrá bien y que el mensaje, no por estar más alto llega antes, sino por ser más claro.

Mamá, todo saldrá bien. Ese es mi mensaje.

Ahora toca volver, poco a poco y paso a paso, a un duro camino de vuelta que ya me es familiar.
No volveré la vista atrás, empezaré a caminar durante horas hasta mi punto de partida, la Hoya de la Mora, pero durante el camino de regreso y antes de llegar al Collado de la Carihüela veo una señal ante mí.

Un cruce de nubes en el cielo muestran y dan forma a la letra “A”.

¿“A” de Antonio?, que casualidad, no daba crédito.

Me giro, dando la espalda al collado y allí estaba el gigante, por encima de todos, mostrando su majestuosidad en la sierra.

Metros más tarde lo perdería de vista y entendí el mensaje de las nubes, era él, el viejo Mulay dejó un mensaje.

“A” de adiós.

A continuación te muestro una galería con las mejores fotos de la subida al Mulhacén.

A continuación dejo enlaces con información detallada de la ruta que me han servido de referencia.

8 comentarios:

VIRGY dijo...

esta es una de las experiencias que mas me ha gustado leer. ojala pronto pueda seguir los pasos que has dejado y llegar a conocer tan majestuosa cumbre. y la relacion que haces con la forma de afrontar la vida me hace reflexionar! Buena vuelta a la tarea! un abrazo

CARPE dijo...

gracias por enseñarme, por quererme, por acompañarme...TS

Sender dijo...

q te digo, q de una aventura asi q no pasaria de ser una ruta mas de senderismo de alta montaña eres capaz de transmitir una historia de superacion personal y de como una persona puede alcanzar lo q se proponga. Gracias por contar las cosas de una manera diferente y por enseñarnos como dice el anterior comentario. Enhorabuena antonio

Carlos Izquierdo Llorens dijo...

me encanta el final de la historia, felicidades. Las fotos muy buenas pero el paisaje me ha decepcionado un poco.

Rosa Maria Ruiz Rodas dijo...

Me ha encantado y emocionado tu experiencia, una pasada tu blog!!!Besos

JOSEMARIA&LUISA dijo...

Espectacu la r la s fotos que has colgado de tu subida al Mulhacén. Un grupo de antiguos compañeros de Arance también teníamos pensado hacerlo, pero de momento este año nos hemos conformado con hacer el camino al Rocío nocturno, sólo con la luz de la luna llena. Hemos escogido este supongo que por pedirle a la virgen que nos ayude…

Un abrazo amigo y esperamos que te vaya bien por esas tierras ma la gueñas.

Jorge Canterla Fernandez dijo...

Precioso relato y bonitas fotos. Gracias por compartirlo.

Anónimo dijo...

Precioso relato de tu experiencia, en pocos dias realizare mi primera subida de montaña,sera a la cima del mulhacen, y voy con la ilusion de poder tener una de las sensaciones mas bonitas de mi vida y con la esperanza de reflexionar y asimilar alli arriba todo lo que me ha sucedido en la vida, y volver con ilusion y fuerza para poder afrontar mi destino. muchisimas gracias, me han emocionado de verdad tus palabras y ahora subo con mas ilusion aun. Saludos