"A las Dulcineas que esperan en sus humildes posadas a que su Quijote aparezca."
Aquí, en la soledad de una humilde habitación de hotel, entrando en la madrugada.
Bajo cero marca el mercurio en la calle y viviendo de esta nueva etapa profesional que me toca disfrutar y de la que me siento inmensamente feliz.
Pero...
Ahora en tierras manchegas, tierra de valdepeñas, de quesos y de pistos.
De molinos de viento, de gigantes a los ojos de Don Quijote.
Todos llevamos un Quijote dentro, todos soñamos con una Ínsula Barataria donde refugiarnos en la vida y con un bella Dulcinea del Toboso que enamorada espere a su hidalgo caballero, de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor, en alguna posada quién sabe si por Campos de Criptana o en cualquier otro lugar de La Mancha.
Ya encontré mi ínsula, quizá no mi hidalguía, pero si mi nobleza.
Cambié lanza por bolígrafo, adarga por carpetas y folletos, rocín por coche desgastado y galgo corredor por ordenador portátil.
Pero ya no lucho con molinos, no me quedan fuerzas, ya no veo gigantes, mi batalla está perdida, mi guerra es otra.
Ahora desde esta gran tierra hispana, donde lo español se saborea, donde no hay diferencias ni distinciones separatistas, y donde su extraordinaria gente me cobija y me recibe de nuevo con los brazos abiertos tras muchos años de ausencia...
...solo pienso en volver a mi posada, a mi humilde morada, con el deber del trabajo cumplido, con el alma y la conciencia limpia como patenas y con el cansancio suficiente como para recuperar pronto las ganas de sentir y de vivir.
Y allí como Don Alonso Quijano, como ingenioso caballero, espero encontrar a mi Dulcinea como siempre, con las lagrimas secadas con el paso de los días, pero con el corazón latente e impaciente por ver aparecer a rocinante y su amo en el horizonte infinito.
Ya te siento Dulcinea...
Gracias a toda la extraordinaria gente de Ciudad Real
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