Desde Munich, desde esta bella ciudad de la región de
Baviera, te deseo Feliz Navidad.
Y te la deseo con toda mi fuerza y con toda mi alma
navideña, ese alma que mis padres enriquecieron tantos y tantos meses de
diciembre al cobijo de una ropa de camilla, un portal de Bélen y el olor a
mantecado de Estepa.
Pero esta vez cambio el calor de la camilla por el seco frío
de la calle Neuhauser, el portal de Belén por el romántico arból iluminado de
Marien-Platz y el olor al dulce de Estepa por el del vino caliente que emana de
las jarras que empuñan los bávaros en Viktualien-Markt.
La Navidad me trae a un mercadillo alemán en forma de regalo
sorpresa y me obliga a pasear por el soñado Jardín Inglés, desde donde oigo
villancicos cantados por coros de rudos alemanes, con voces que te transportan
a la ilusionante fiesta del Señor.
Y a saborear el zumo de cebada en Hofbräuhaus, soñando con
que alguna vez mi jarra de litro quede presa de su bodega cervecera, y celebrar
una velada en Haxnbauer donde el codillo asado es manjar y la compañía una
fantasía.
Y pasear de noche…
Pasear por las desiertas calles de Munich, cuando nadie las
habita, cuando sólo el juego de color y los puestos cerrados que tanta vida
tenían horas atrás, son mis compañeros de vuelta al hotel.
Esta Navidad muniquesa me lleva a conocer leyendas urbanas
de la mano de Lucía, historias de aquellos años en los que este país, y media
Europa, era dominada por un descerebrado que aquí, en Munich, todo lo inició
para vergüenza de su propio pueblo.
Y Munich me enseña marcas y reseñas de que algún peregrino
inició aquí su Camino de Santiago, y muestra mi torpeza patinando sobre hielo o
mi descuido dependiendo de tranvías para ir de un lado a otro de la ciudad.
Pero me quedo con un imagen sobre todas, me quedo con una
fotografía, con el inigualable marco que conforman los niños por la ciudad, es
la ilusión, la inocencia y la fantasía en su mirada.
Verlos como esperan nerviosos a que el Gran Carrillón de la
Torre del Ayuntamiento en Marien-Platz empiece a funcionar, no tiene precio. Un
juego de caras con los ojos abiertos como platos y una expresión de la que sólo
un ser humano puede ser dueño en esos primeros años de vida, cuando las
inquietudes y preocupaciones, no sólo no han aparecido, sino que ni siquiera existen.
Esa es la imagen de la Navidad, en Munich y en Buenos Aires,
en Roma y en Lisboa.
Los niños.
Esa es la instantánea con la que me quedo y es de la que me
impregno para disfrutar de estas fechas como lo hacía antaño, cuando aquél
tímido niño sevillano soñaba con la llegada de la Navidad, de su anhelada
Navidad.
Decía Charles Dickens que tendríamos que honrar la Navidad
en nuestros corazones y procurar conservar ese espíritu todo el año.
Y que razón llevaba Dickens, porque es muy fácil sentir la
Navidad estos días pero una vez que pasan las fechas parece que nos olvidamos
de ese espíritu que tanto ayudaría a que el resto del año fuese mucho mejor y
más llevadero, lleno de todos los valores que estas señaladas fechas poseen.
Lo escribía hace un año, SENTID LA NAVIDAD, pero durante
todo el año, no sólo cuando Papa Noel o los Reyes Magos (de éstos hablaré en
unos días) se acercan a nuestros hogares.
Hoy, me transporto al punto más alto de Munich, con la
ciudad iluminada a mis pies, con unos copos de fina nieve cayendo y deshaciéndose
sobre mi abrigo, con el sueño y el deseo de que la paz, el amor y la amistad os
acompañen para siempre…
FELICES FIESTAS Y FELIZ NAVIDAD!!!
***
Ver presentación y galería fotográfica de Munich:
2 comentarios:
felices fiestas
Felices Fiestas y a disfrutar! que envidia! Tengo unas ganas enormes de perderme en los mercadillos de Navidad de Alemania o Viena... uggg para el próximo año tengo que conseguir tener mi propia experiencia navideña en Alemania para poder contártela!
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