Hoy el café de la tarde me sabe muy
distinto.
El aroma que desde hace años me llega
al olfato y el sabor a mi paladar es tremendamente diferente,
sencillamente no es el mismo y no porque el tipo de grano, el
establecimiento, la compañía (aunque estoy solo) o el camarero que
lo sirve sea otro.
El café de la tarde de hoy sabe
distinto emocionalmente hablando, este café me sabe a victoria.
Pero que curioso, es un sabor amargo
también, lleno de contrastes y que aún tomándolo en un momento que
debería ser de euforia por lo conseguido, se torna en recuerdos de
un pasado reciente, en lamentos y en un camino duro, muy duro que
llega a una nueva meta pero que en ningún caso llega al final.
Pensar constantemente en escenarios de
futuro provoca, irremediablemente, que descuides y no disfrutes el
presente como se merece.
Ninguna victoria es agradable ni
satisfactoria cuando en el camino han quedado víctimas, corazones
rotos, abrazos perdidos y besos olvidados. Ningún triunfo es
meritorio si para ello tu alma esta dolida, tus heridas aún supuran
y siguen sin cauterizar en cicatriz aunque el tiempo, que gran
verdad, lo cura todo.
Mi victoria de hoy es sólo la victoria
de lo justo, donde decidir triunfa sobre indecisión, cuando actuar
le gana la batalla a inhibirse y por supuesto, cuando el “hasta
aquí hemos llegado” conquista al “ya veremos que pasa mañana”.
Es maravilloso sentirte victorioso
cuando por mucha materialidad que te llega de repente es tan
sumamente secundario si tus valores, tu convicción de lo justo y tu
innata humildad envuelta en un traje de vanidad quedan por encima de
todo lo que el dinero pueda comprar.
No estoy orgulloso de mi triunfo,
porque viene de un estrepitoso fracaso. Pero si estoy tremendamente
orgulloso de ese día, como tantos, que me miro en un espejo y digo:
basta ya amigo, esto no puede seguir así, es el momento de
intervenir en ti mismo, de pulir tus propios ojos para que vuelvan a
brillar como sabes que lo hacen, de sacar lustre a la coraza
emocional y sentimental que día a día, capa a capa, has ido
forjando a base de desamor, decepciones y engaños. Me siento
orgulloso de lo ganado porque el triunfo no es sólo mío, como en una
carrera no eres nadie sin el apoyo de la gente de afuera, de los que
de verdad te aman y respetan que tropieces una y otra vez, que te
estrelles contra ese muro que tú levantas y que tú mismo debes
derribar con tus actos.
Mi victoria es también de ellos, son
muy pocos, pero hoy sienten como yo.
Siento de verdad que otros pierdan. Yo
también acabé derrotado muchas veces, pero en el fondo de todo, de
las derrotas se aprende más que de las victorias, desde el suelo el
cielo es más amplio, desde atrás puedes ver que hay delante y con
los ojos cerrados puedes imaginar lo que quieras porque es más bello
aquello que sientes con tu voluntaria y derrotada ceguera que aquello
que tu victoria puede ver claramente.
Ha llegado la hora de actuar, no
esperes ni un solo momento. Puede que pierdas de nuevo, será lo más
probable porque la injusticia prevalece en la mayoría de los casos
sobre la justicia, pero si no actúas, si no saltas al vacío, si el
miedo y el temor al destino le ganan la batalla al paso al frente, no
tendrás la oportunidad jamás de sentir lo que hoy yo siento y te
puedo garantizar que aunque un olvidado rincón de mi corazón vuelve a sentirse triste, te aseguro que merece la pena intentarlo.
Inténtalo porque hay tardes, de
verdad, que el café sabe muy distinto...
1 comentario:
Que buenas esas tardes, no hay nada mejor que tener diferentes sabores en algo cotidiano...
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