Gracias
a todos los que me habéis apoyado de cara a esta carrera, a mi presidenta del
club de fans, a la Organización de la 23ª Media Maratón de Málaga y a mi
“personal trainer”, Salva Salvatierra.
Todo
nace una tarde de enero en Sierra Nevada.
Llevaba
tiempo queriendo preparar un reto relacionado con la carrera, con correr una
distancia de fondo, y entre copa y copa, pincho y pincho en el Cartujano de
Sierra Nevada, tres amigos nos propusimos el reto de correr, el 7 de abril de
2013, la Media Maratón de Málaga.
Para mí
era todo un sueño y en el que puse toda la ilusión del mundo.
Agarre
mis viejas zapatillas Adidas, pude comprar unas nuevas, pero no, quise entrenar
y correr con esas zapatillas que tanto tiempo llevan conmigo haciendo algo de
carrera cada vez que el cuerpo lo pedía.
Y a
escasas horas de haber finalizado la prueba, puedo decir que he sido capaz de
culminarla.
Increíble,
no lo me lo creo.
Han
sido tres meses de entrenamiento, de constancia, de robar tiempo a mi tiempo.
De llegar muy cansado de trabajar cada día y dedicarle a cada entreno lo poco
que podía y lo que mi cuerpo y mis piernas podían dar.
Muchos
kilómetros bordeando la playa en Málaga, noches de frío intenso a orillas del
Genil en Granada, vientos en el Paseo Marítimo de Almería y lluvia por las
calles de Jaén.
También
hubo maravillosos días de entreno.
Casi un
mes con una leve lesión y un fuerte catarro me obligaron a desistir de la
prueba, pero no, nada puede con la fuerza de voluntad de las personas y con la
energía personal que cada ser humano lleva en su interior y que, en muchas
ocasiones, es total y absolutamente desconocida por nosotros mismos.
Pero
como en la vida, todo esfuerzo tiene su recompensa, todo esfuerzo si no
desfalleces te da lo oportunidad de obtener el premio deseado, el sueño marcado
y la meta establecida.
Me
quedo con que la satisfacción que hoy siente este sencillo corredor urbano, que
en algo más de dos horas ha sido capaz de correr más de 21 kilómetros, y que se
siente la persona más feliz del mundo, aún habiendo sido unas últimas horas muy
delicadas en lo personal para mí.
Posiblemente
haya cometido algún error en la preparación y eso pudo haberme privado de mi
objetivo, pero esos errores los subsané y demostré a mi gente y a mi mismo que
merecía la oportunidad de corregirlo y obtener el resultado deseado.
En la
vida también cometo errores, a veces graves errores que provocan rabia en mi
interior y una impotencia total cuando no pretendes que afecte, más allá que a
uno mismo, y sin embargo, te das cuenta que otros pueden lamentarse de ello y
sentirse heridos por tus actos.
Como en
la carrera, rectifico y demuestro que puedo correr a tu lado y no por ello ser
un mal compañero en nuestro objetivo común.
En el
kilómetro 18 mis piernas parecían que no iban, que en cualquier momento podrían
decir, hasta aquí llegaste valiente, te jodes por los errores, por no haber
salido a entrenar aquella noche que tanto frío hacía, que te den por no
escuchar al que te aconseja, ahí te quedas a poco menos de 3 kilómetros, ¡abandona!…
Pero en
ese instante aparece la furia contenida, el recuerdo de tantos amigos que me
habéis animado a conseguir este reto, el espíritu de aquellos que me quieren y
hoy desde un lugar privilegiado en el cielo me apoyaban. Apareció mi sustento
moral y emocional pedaleando en una bici junto a mí tantas tardes dándome
ánimos y haciéndome ver, que el premio sólo llega si hay trabajo.
Cuando
más lo necesitaba escuché un grupo de jóvenes gritar “Sí se puede, sí se
puede”, las palmas de ánimos de aquellos seguidores anónimos que pegados a la
calle te dan un segundo de su vida y su aliento para que tus fuerzas no
desfallezcan en los últimos metros, vi a un corredor de no menos de 70 años
alcanzarme y demostrarme que la edad no importa para nada, vi a una madre
entregar a un pequeño a un compañero de carrera para hacer los últimos metros
con su tesoro en brazos y vi un estadio lleno de gente que como yo, quien sabe,
habían conseguido su sueño y habían alcanzado su reto.
Sentí
vitalidad, vi gente sana, vi un mundo saludable y lleno de energía, sentí
abrazos y mucho cariño de todos los que alcanzaban su meta.
Vi el
lado bueno, positivo y lleno de energía de la vida que quiero.
Apreté
fuerte los puños, lancé mis manos apuntando al cielo y levanté un brazo en
señal de victoria al cruzar la meta.
Cientos,
miles de corredores la habían cruzado antes, pero yo era el primero.
1 comentario:
La frase que siempre tengo presente en mi vida es "sin sacrificio no hay recompensa"! Mis años de corredora estan lejos, aunque sigo saliendo a correr de vez en cuando para que esa frase no se me olvide en ningun aspecto de mi vida! Enhorabuena!
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