La vida
en muchas ocasiones nos depara situaciones y nos enfrenta a escenarios donde, a
veces, no sabemos como actuar, ni que papel tenemos que adoptar en la obra.
¿En
cuantas ocasiones nos vemos en un punto, que aún apeteciéndonos hacer algo,
pensamos tanto en ello, que el tren se pasa y no lo cogemos a tiempo?
Hay un
momento en el que debemos de tomar las riendas de nuestra vida y dar pasos al
frente, dejándonos guiar por lo que nuestra alma y nuestro corazón ordene
desobedeciendo todo aquello que el cerebro y la conciencia creen que es lo
correcto.
En la
vida, como en tantas y ante tantas situaciones, hay dos tipos de personas.
Los
cobardes y los valientes.
De los
primeros poco se sabe, salvo ellos mismos sobre si. De los segundos casi todo lo
conocemos.
El
cobarde renuncia, el cobarde nunca ve la inmensidad del cielo porque no salta
al vacío. El cobarde no disfruta, se frena, no avanza y hasta, a veces, agarra
y sujeta a un valiente que necesita y desea tomar aire, respirar y vivir.