Hace dieciocho años hice el Caminito del Rey con mis amigos de la adolescencia llegando en tren hasta El Chorro y atravesando las antiguas vías del viejo ferrocarril Sevilla-Málaga accedí a esa maravilla de la ingeniería humana con todo el valor que te dan los dieciséis años y toda la libertad que te ofrece unas vacaciones de verano sin picar el lunes en el curro y sin tener una hipoteca a cuestas.
Ahora con veinte kilos más, bastante menos peso en la mochila, una futura familia, una hipoteca exigente y durmiendo en autocaravana vuelvo a los pies del Desfiladero de los Gaitanes para experimentar una mezcla entre la nostalgia del pasado y la satisfacción de volver a un lugar donde años atrás soñabas con un presente similar al que ahora disfruto.
Es cierto que aquello de que: “El tiempo no pasa, lo que pasan son las personas”.
Ahora con veinte kilos más, bastante menos peso en la mochila, una futura familia, una hipoteca exigente y durmiendo en autocaravana vuelvo a los pies del Desfiladero de los Gaitanes para experimentar una mezcla entre la nostalgia del pasado y la satisfacción de volver a un lugar donde años atrás soñabas con un presente similar al que ahora disfruto.
Es cierto que aquello de que: “El tiempo no pasa, lo que pasan son las personas”.
Puente de Hierro del ferrocarril Sevilla - Málaga