6 de diciembre de 2012

Fé y confianza. Un legado en forma de tesoro. Peregrinación al Convento de Santa Ángela de la Cruz, Sevilla. Parte 2 y final.


Acabamos de hacer la ofrenda de alimentos a las Hermanas de la Cruz.

Es un sencillo y simple gesto de caridad que comparado con todo lo que ellas hacen por tanta gente necesitada apenas tiene valor.

Sólo cada dos de marzo, cuando se conmemora el fallecimiento de Sor Ángela se puede tener el privilegio de visitar el interior del convento y la habitación donde murió la Santa.

Pero este domingo, 25 de noviembre, nos tenía deparada una sorpresa que ninguno de los presentes esperábamos.

En un radiante patio sevillano, rodeado de arcos de mediopunto posados sobre columnas, balcones y ventanas hacia el interior encalado, arriates repletos de palmas y helechos, por donde no paran de aparecer monjas que con sus sencillos hábitos transitan a nuestro alrededor sin hacer el más mínimo ruido, aparecen y desaparecen como ángeles mientras esperamos a que la Hermana Luisa se acerque a nosotros.

Y allí, con toda la calma y serenidad que un lugar así transmite la Hermana Luisa se acerca  para otorgarnos la dicha de mostrarnos y llevarnos hasta la habitación donde Santa Ángela murió dejando el legado que hoy sigue viviendo.



Atravieso una puerta que da a un ancho pasillo, a la derecha se entreabre la hoja de otra puerta más ancha que deja ver parte de la capilla anexa. A la izquierda una decena de bancos de madera enumerados y una escalera que sube.

El suelo impoluto, limpio como una patena, refleja la figura de monjas que se cruzan ante nosotros. Los escalones que suben hasta el venerado aposento, desgastados por las pisadas diarias y el paso de los años.

En el descansillo de la escalera un sencillo cartel enmarcado dice: CLAUSURA.

Hemos llegado a la antesala de la habitación, una replica de la Virgen de la Esperanza Macarena hace las veces de protectora del lugar.

El silencio suena, puede oírse el silencio en este bello lugar sólo interrumpido por los tímidos pasos de alguna hermana que cruza el pasillo o por el sonido de algún campanario cercano al convento.

La Hermana Luisa, abre una habitación con dos puertas y nos invita a pasar.

Es aquí, en este modesto lugar donde yació una Santa, pero una santa contemporánea de la que sabemos cosas porque nuestros abuelos la conocieron y supieron de sus milagros en vida.

Y no hablo de sanaciones que también las hubo, hablo del milagro de la caridad, del milagro de obtener alimentos para los más necesitados cuando apenas había ni para comer en aquella Sevilla de la segunda mitad del siglo 19 y principios del 20.

La hermana Luisa nos cuenta la vida y obra de Sor Ángela, envolviendo la historia en un manto de pureza, de humildad, fé y amor hacia los demás que provoca la emoción de todos los que allí escuchamos atentamente.


Habla del legado y testamento que dejó a la Compañía de la Cruz, del inmenso amor que la ciudad procesa a la fundadora de la congregación y cuenta a modo de anécdotas milagros que la vida puso en su camino.

Porqué hay mayor milagro que después de repartir todo el alimento que tenía para los pobres y necesitados un día. Llegada la noche y sin tener nada que llevarse al estómago, ni ella, ni sus hermanas. Cuando el hambriento ahora eran ellas, su fé y su confianza hacen que suene la campanilla de la puerta del convento y tras abrirla, un saco de pan aparece calmando su hambre y otorgando el alimento a aquellos que el día siguiente necesitarán de esas hogazas.

Para mi éstos son los verdaderos milagros.

La habitación está repleta de objetos y reliquias de Santa Ángela y el espacio preferente lo ocupa la pequeña estructura de madera que sirvió de cama para el descanso eterno de Madre Angelita sirviendo de cabecero de la misma la lápida que sepultó su cuerpo.


Todo lo contado se hace interesante, el tiempo, los minutos pasan y podría estar escuchando historias todo el día, Hay que estar en ese lugar, respirar y palpar lo que esas paredes transmiten para entender ciertas cosas que contadas o escritas es casi imposible imaginar.

Boquiabiertos, emocionados, impactados y agradecidos por el momento vivido nos disponemos a abandonar el convento. El aroma del otoño hispalense se respira de nuevo en el patio y un olor a sabroso caldo de puchero cocinado con todo el amor y la caridad del mundo se cuela por alguna ventana hasta el patio.

Hoy volverán a comer muchos pobres gracias a ellas.

Todos hemos dejado en este lugar un deseo, una oración y un trocito de nuestro corazón haciendo nuestro el testamento de Santa Ángela basado en los pilares de que toda su riqueza era su FE y su CONFIANZA.

Fé y Confianza, solo eso le valía y era su mayor tesoro.

Me quedo con este tesoro, lo hago tuyo y lo llevo hasta el mismo paraíso.

¡Gracias, Madre, por dejarnos tanto bien que no nos lo podrá quitar “ni el ladrón, ni la polilla”!

Esta es una forma, con esta frase, las Hermanas agradecen el legado de su Madre pero hay otra que a mi me parte el corazón y que por muchas veces que lo vea y lo escuche no deja de emocionarme.

Corría una brillante mañana de Domingo de Resurrección en Sevilla. El paso de Cristo del Señor Resucitado viene por la antigua calle Alcázares hasta revirar ante la puerta del Convento de Santa Ángela.

Allí se produce, al menos para mí, uno de los momentos más bellos, sino el que más de toda la historia de la Semana Santa de Sevilla, al menos del que haya quedado testimonio visual.

El difunto, Manolo Santiago, uno de mis maestros y capataz hace que todos los allí presentes parezcan estar en las mismas puertas del cielo.

El define a las Hermanitas de la Cruz de la mejor forma posible y crea un momento inolvidable para la memoria. No quiero ser yo quien diga nada ya lo dijo él aquella mañana ante decenas de hermanas y novicias con el Señor de la Resurrección frente a ellas y en la mismísima puerta del Convento donde yace Santa Ángela de la Cruz.

Dijo el maestro:

Benditas sean ustedes Palomas del Señor.
Benditas sean ustedes Madres de los Pobres.
Benditas sean ustedes Palomas Reinas del Cielo y de la Tierra,
escogidas de Dios para ser caridad por el pueblo que las necesita.

Sean ustedes benditas...

Un momento después y tras embriagarnos del rezo en forma de canto angelical de las hermanitas, Manolo Santiago se dirige a su cuadrilla, a sus costaleros, diciendo:

Esta levantá se la pido yo a ustedes por estas Santas Mujeres.
Benditas manos y benditos corazones los de ellas
que dan su vida por los que no tienen nada, por los que lo necesitan todo…

Poco más que decir, no seré yo quien ponga una palabra ni sume una sola letra a lo que dijo el maestro.


Salgo del Convento, camino a casa de vuelta donde mi madre y mi familia me esperan.

Antes, convencido de lo que la fé, la confianza y las ganas de vivir y soñar son capaces de hacer en un ser humano, devuelvo el milagroso pañuelo de mi otra Madre a quien lo guarda.

Siempre habrá alguien que lo necesite más que nosotros ahora…

***

El relato ha concluido pero no quiero dejar de compartir contigo, que te tomas la molestia de leer mi blog, la escena que antes comentaba donde Manolo Santiago y las Hermanas de la Cruz son protagonistas. Independientemente de que creas o no en Dios, que seas o no cristinao, si este video no te llega al corazón y al alma, si no te emociona es que, sencillamente, el alma la has olvidado en algún sitio.


3 comentarios:

  1. Es muy bonita las dos partes de este relato, ver como la fe y la confianza traspasan barreras, como Sor Ángela y todos sus feligreses siguen su mismo camino, por ayudar al prójimo, por despertar la confianza, las ganas de vivir, de soñar, "eso amigo es mágico" dar sin pedir nada a cambio. Te felicito!

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  2. Perfecto hermano, gracias a Dios tenemos como titular a Santa Ángela y cada vez, cada año, cada peregrinación sirvan para acercarnos mas a ella. Y no se si te diste cuenta, pero una de las cosas que nos acerca mas a ella, se se puede, es que su congregación como tal fue aprobada el dos de Agosto, que es el día de la Reina de los Ángeles.
    Un fuerte abrazo.

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  3. Pedro Jose ramirezjueves, 27 diciembre, 2012

    Precioso este relato, una vez más enhorabuena Antonio.

    Un abrazo.

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